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Actualizado: 16 de junio de 2025


Nucha permanecía ojo alerta. Un día que acudió más diligente al cacareo delator, divisó agazapado en el fondo del gallinero, escondiéndose como un ratoncillo, un rapaz de pocos años. Sólo asomaban entre la paja de la nidadura sus descalzos pies.

Permanecían allí, satisfechas de sus disfraces, pero aburridas, con la careta en la mano, jugueteando como niñas. Al ver a Maltrana habían vuelto a enmascararse, y se agitaban en torno de él, empujándolo, cogiéndole por las solapas, gritando, con una algazara semejante al cloquear de un gallinero: ¡No me conoces!... ¡No nos conoces!

Cuando se rezaba el rosario, que era dos veces al día, mandaba previamente una criada al gallinero para apartar, mientras durase, al gallo de las gallinas; luego la ordenaba separar las cucharas de los tenedores y los corchetes machos de las hembras.

Todo envidia, pura rabia porque él encontraba amigos que le convidasen, y ella, gustándole mucho el vino, tenía que contentarse, cuando más, con las «cortinas», o sea con lo que queda en el fondo de las copas. Vivían en una especie de gallinero al extremo de un corral ocupado por montones de basura.

Tengo un gallinero que es un encanto. ¡Si me viera usted por las mañanas rodeada de plumas y cacareos, arrojando el maíz a puñados, teniendo a raya a los gallos que se meten bajo mis faldas y me pican los pies! Me parece mentira que sea yo la misma de otros tiempos, que blandía la lanza e interpretaba, así regularmente, los ensueños de Wagner. Ya verá usted a mi gente.

Y el entusiasmo de ahora ha de ser un entusiasmo moderado, un entusiasmo frío y racional, un entusiasmo que mate facciosos, pero nada más; entusiasmo, señor, de quita y pon, y entusiasmo, en una palabra, sordomudo de nacimiento: entusiasmo que no cante, que no alborote el cotarro; que no se vuelva la casa en un gallinero. Y éste es el bueno, el verdadero entusiasmo.

Era la compra de todo lo necesario para la semana; el día destinado a los negocios; la llegada en masa de la población de los huertos, para pedir dinero a los prestamistas o devolvérselo con creces; repoblar el gallinero, comprar el cerdo, cuya creciente obesidad había de seguir con ansia la familia o adquirir a plazos el rocín, motivo de inquietud y de desesperado ahorro.

Palabra del Dia

rigoleto

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