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Creí que el conde se iba a detener allí; pero franqueó la fila de los curiosos, y sólo hizo alto a veinte o treinta varas de las fieras, que no lo parecían, a juzgar por su actitud tranquila; unos, acostados sobre los brazos, rumiando, con sosiego; otros, fijos sobre las cuatro patas, inmóviles, abstraídos quizá en alguna meditación sangrienta.

El perro tomó sin duda estas palabras por una orden, porque, de un salto, franqueó el foso y se lanzó con la boca abierta y los ojos feroces sobre el pacífico grupo. Pero en un segundo, la escena cambió. El hombre levantó la cabeza y con voz enronquecida, que Herminia no reconoció, dijo: ¿Qué es esto? ¿Se hace devorar á los viajeros en este país? ¡Á él, Dear!...

Como nunca la emoción hacía descuidar a Huberto sus actitudes, tomó una después de otra las manos de las dos primas, las besó con respeto, y silencioso y correcto, franqueó la puerta y se alejó. ¡Buen viaje, señor Posturas! murmuró Diana cuando estuvo algo distante. Luego, bruscamente: Me adelanto, María Teresa, porque tengo que probarme un vestido antes de comer. Hasta luego.

La medianera se llevó el dedo a los labios recomendando silencio al conde, así que éste franqueó la puerta. Recomendación bien excusada por cierto, porque hasta la respiración iba conteniendo por no hacer ruido. Luego, adelantándose un poco para explorar el terreno, le hizo seña para qué la siguiese. Atravesaron un corredor, pasaron por delante de la escalera principal sin ascender por ella de miedo a encontrarse con algún criado, y fueron a buscar a la biblioteca una escalerita excusada que allí había para subir al segundo. El conde avanzaba de puntillas con el corazón palpipante. Aunque ya había penetrado otras veces en casa de Quiñones de aquella manera, le parecía siempre el colmo de la temeridad y maldecía en su interior del atrevimiento y despreocupación de su amante. Llegaron al fin al gabinete de la señora. La puerta se abrió sin que se viese a nadie. Jacoba empujó suavemente al conde, quedando ella fuera. La mano de Amalia, que se presentó de improviso, volvió a cerrar, y súbito, con arrebatado ademán, echó los brazos al cuello de su querido y le besó con apasionada ternura.