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Actualizado: 15 de junio de 2025
El Diccionario Filosófico suyo, donde todo se dice al ayre sin probarse nada, es un testimonio calificado de esto, pues en él ha reducido á compendio toda la impiedad, y cúmulo de errores esparcidos en los demas libros. El Parlamento de París le ha mandado quemar por mano del Verdugo.
Es, como dice Mariskoff, un excelente resultado para el Erario imperial y queda así vuestra oreja suficientemente vengada. Aquí, comienzan a picar los primeros fríos y ya estamos usando pieles. El buen Mariskoff sufre ahora del higado, pero el dolor no altera su criterio filosófico ni su sabia verbosidad.
Es indecible el efecto que este artificio produce; tal pensamiento no mas que superficial, pasa por profundo, merced á su disfraz grave y filosófico; tal otro que presentado desnudo fuera una vulgaridad, mostrándose con nobles atavíos oculta su orígen plebeyo; y una proposicion que enunciada con sequedad mostraria de bulto que es inexacta ó falsa, ó quizas un solemne despropósito, es contada entre las verdades que no consienten duda, si anda cubierta con ingenioso velo.
Sucede á menudo que entendido y analizado el sentido vulgar, está fijado el sentido filosófico, y se resuelven con facilidad suma las cuestiones mas intrincadas. Sentido; esta palabra excluye la reflexion, excluye todo raciocinio, toda combinacion nada de esto tiene cabida en el significado de la palabra sentir.
Hasta aquí llegan los elementos; pero nada se encuentra para desenvolver el genio filosófico de un alumno privilegiado, ni que pueda hacerle sobresalir entre el comun de sus compañeros, dotados de una capacidad regular. El hábil profesor desea tomar la medida de los talentos que hay en la cátedra, y el tiempo que le sobra despues de la explicacion le emplea en hacer un experimento.
Pero lo que hay en ella mas notable es que envuelve un sentido profundamente filosófico, ya porque consigna un hecho ideológico de la mayor importancia, ya tambien porque indica el verdadero camino para explicar los fenómenos de la inteligencia en sus relaciones con el mundo sensible.
Este libro que lee Sarrió es un libro trascendental y filosófico; se titula: Diccionario general de cocina. Sarrió tiene fija la vista en una de sus páginas; su cuerpo se remueve en la silla; diríase que le desasosiega alguno de los pasajes del libro. Sí, sí, le inquieta a Sarrió uno de los pasajes de este libro.
Y es que la palabra de Descartes despertó el genio filosófico adormecido en el jóven bajo la balumba de las lenguas y de la historia: sintióse otro, conoció que él era capaz de comprender aquellas altas doctrinas, y como el poeta al leer á otro poeta, exclamó: «tambien yo soy filósofo.» Una cosa semejante le sucedió á Lafontaine.
El proyecto era el siguiente: Se le pediría a Belarmino que viniese a una casa cualquiera y explicase en breves palabras su sistema filosófico. Convenientemente encubierto, se le colocaría al lado el fonógrafo, y se impresionarían uno o dos cilindros con la disertación de Belarmino.
Mi marido, que es algo burlón, un ironista, un poco dado al titeo filosófico, que es la sal de la reflexión, dice que da lo mismo que tenga razón Chamfort o el otro, o ninguno de los dos. Y añade el muy tuno que la cuestión «fundamental» es que yo esté linda, sea cual fuere la filosofía de la moda...
Palabra del Dia
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