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Lo demás, era manotear en el vacío, pretendiendo volar, cual si los brazos fueran alas. Que se pagaba al portugués, y esto era muy problemático, evitando así el descubrimiento de la falsificación, ¿y luego?

Era un antiguo oficial del ejército de su país; pero el deseo de vivir ostentosamente, sin otros recursos que el sueldo, le arrastró á cometer actos reprensibles: sustracción de fondos pertenecientes al regimiento, deudas sagradas sin pagar, falsificación de firmas.

La fecha de su nacimiento y de su muerte creo que se ignora. Nada se dice tampoco de ningún otro escrito o hecho suyo. Dando aquí por supuesto que la edición de Burgos de 1499, de la que sólo se conserva un ejemplar, fue una falsificación, hecha en Venecia, de 1632 a 1635, la primera aparición de La Celestina, fue en el año de 1500, edición de Salamanca. La edición, pues, de Vigo hecha por el Sr.

Y es cosa averiguada, que los Escritores quanto han sido mas famosos, tanto han estado mas expuestos á la falsificacion, porque los codiciosos han publicado varios libros en nombre de algun Autor acreditado, no conteniendo á veces sino rapsodias indignas del Autor á quien las atribuyen.

Yo también lo creo, y siento que no tenga usted los quinientos hombres. ¿Y que decía usted de la gente del Ebro? Nada, que han decidido ellos mismos que son los únicos francos, los únicos leales, porque hablan muy en bruto y cantan la jota. ¿De manera que para usted este canto es como una falsificación del valor y de la energía? , algo así. Está bien.

Y él se salió a la calle: repitiendo: «¡Gran mujer, gran mujer!». ¡Falsificación! ¡Profanación de aquella santa escritura de la cual emanaba el más santo de los derechos!

El coronel puso manos a la obra y no tardó en presentarnos una falsificación muy pasable. Y ahora, Federico prosiguió, el Rey se retira porque está muy fatigado, no sin ordenar que no se permita la entrada en su cámara a nadie hasta mañana a las nueve. A nadie ¿comprende usted? Comprendo perfectamente. Puede que se presente Miguel pidiendo audiencia inmediata.

Hoy... ayer... siempre, á cada momento, leemos en la Prensa diaria noticias parecidas: «Anoche, el inspector señor Z. detuvo en su domicilio á X., reclamado por este Juzgado, por delito de falsificación...» Efectivamente, son incontables las veces que en el gran teatro amargo de la realidad se ha representado «La casa de la dicha». De aquí su fuerza, su terrible fuerza de lance humano y vivido; vigor que no proviene de la originalidad de los caracteres, ni de la novedad desusada del argumento, ni de las brillanteces artificiosas del estilo, sino del hecho mismo; porque en el teatro, donde un ademán, ó una inflexión de voz, ó un timbre que suena, pueden tener más elocuencia que una frase, la retórica es lo de menos.

Un vasito de agua... No es nada. Usted qué entiende de estas cosas... Mucho, mucho. La falsificación existe. Que usted no es autora de ella, no tiene duda, pues se perpetró ese delito, según todas las apariencias, cuando usted tenía tres años. Entonces... Su padre de usted, Tomás Rufete, era un hombre ligero, de costumbres desordenadas. Le conocí, le tuve de escribiente.

Aunque en mayor escala, acontece con ellas lo que con el turrón de Jijona, que al instante se conoce la falsificación. Bien puede tener la mas docta cocinera la receta auténtica, exacta, minuciosa, de estas empanadas; apuesto a que no las hace, si no es de mi provincia.