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Actualizado: 13 de junio de 2025


Bien pronto, la proa de la escampavía se hundió también, y los que sobrevivieron a este desastre se subieron al palo de mesana, el único que había quedado en pie, y era cosa curiosa ver este palo, sobre el cual las cabezas de aquellos hombres estaban agrupadas, y que se me perdone la imagen como las cerezas sobre esos ligeros bastones que tanto placen a los niños.

Ante aquella espantosa alternativa, Santiago prefirió el abordaje, y descendió a la chalupa que le esperaba, con la sombría resignación del hombre a quien llevan a la muerte. Al alejarse de la escampavía, el desgraciado Santiago, acordándose de los consejos y las predicciones de Pérez, que el miedo había grabado en su mente, esperaba a cada momento una súbita descarga de mosquetería.

Pensad bien, hermanos míos, que vosotros no encontraréis como yo en el fondo del Océano bravos demonios de alas de fuego que, saliendo de los abismos de lava ardiente en que se agitan, tomen vuestra escampavía sobre sus hombros para ponerla a flote. Porque la claridad que vosotros veis, hermanos míos, no es más que el reflejo de sus alas que han desplegado un momento.

Montó en el acto, arrastrándose por el puente, vio el bauprés enteramente destrozado, y a un tiro de fusil a la otra escampavía, con la popa hundida, elevar su proa, donde se habían refugiado los tripulantes que quedaban.

Ya veis que la confesión no vale nada en semejantes ocasiones. Pero la escampavía no se hundió rápidamente. La Urna de San José sintió, a la espantosa conmoción que experimentara, que algo extraordinario pasaba en su exterior, y fue enviado un grumete, que se disponía a confesar su sexagésimo tercero pecado, para que se enterase de lo ocurrido.

Nadie en la escampavía se atrevió a contestar esta impertinente fanfarronada. Pero, ¡por la ardiente pupila de Moloch! ¿no respondéis? Vamos, que ese capitán que ha restaurado mi tartana con tanta diligencia, que ese valiente capitán se levante, o destrozo su embarcación. ¡Palabra de honor!

Se sabe que después de la heroica expedición de Santiago contra la tartana que sólo tenía un inocente buey por todo defensor, se sabe que, vuelto a bordo, el digno teniente de la Urna de San José, había decidido al capitán Massareo a destruir la embarcación, esperando así borrar las trazas de su mentira. Su voz agria y chillona lo dominaba todo a bordo de la escampavía.

Palabra del Dia

rigoleto

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