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Actualizado: 12 de junio de 2025
En esto, el ruido de voces, que sonaba en la salita próxima aumentó considerablemente, y a los oídos de Ballester llegaban estas palabras: envido a la chica, órdago a los pares. «Es mi tío José dijo Fortunata , que está jugando al mus con su amigo.
D. Baldomero, que deseaba echar aquella noche una partida de mus, el juego clásico y tradicional de los comerciantes de Madrid, esperó a que entrase Pepe Samaniego, que era maestro consumado, para armar la partida. Durante un largo rato no se oía en el salón más que envido a la chica... envido a los pares... órdago.
Si fuese casado, ya sería otra cosa..., miraría más por él y cuidaría de no soltarlo como lo suelto... Tomás, tú bien sabes que puedo casarme con una señorita... Aunque no soy un jovencito, a ninguna de la villa le diría envido que no me dijese quiero... Hoy, entre las muchachas, oros son triunfos... Pero yo soy muy considerado... A mí me tira mucho la familia... y eso de que mañana, u otro día, si el marqués os echa de la casería, tengan tus hijas que ir a servir a un amo, me duele mucho... Puedes creerlo.
La tengo por principal. Dios os libre de un portento embozado, de un lucero entre nubes, de una mano entre rendijas, de un envido de buscona, y sobre todo, de un quiero. Desconfiad de carta de dueña como de pastel de hostería, y sobre todo, recibidme por maestro. ¿Dónde vivís? No lo sé aún; ¿y vos? Yo... vivo aquí. ¿Acabáis de llegar? Ya os lo dije; torno á esta tierra, de un destierro.
Palabra del Dia
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