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Actualizado: 23 de junio de 2025
A la primera palabra que usted pronuncie advirtiéndome que necesita de mí me volverá usted a encontrar. De lo contrario... De lo contrario... murmuró saliendo lentamente de su embotamiento. Empleó algunos segundos para analizar en el fondo de su alma aquella frase que para los dos encerraba la amenaza de un adiós definitivo.
Bebió a grandes tragos el veneno de la herejía sin percibir su sabor, con la esperanza de que al agotar el vaso quedaría perfectamente tranquilo, seguro para siempre de la insensatez y maldad que encerraba todo lo que se opusiera a la Iglesia de Cristo. Mas ¡ay! no sucedió así. Al cabo de algunos meses la duda levantó su cabeza hedionda en su espíritu atribulado.
Si lo que él decía era verdaderamente cierto, entonces en la muerte de Burton Blair se encerraba un secreto de los más extraordinarios, reflejo fiel del de su extraña, romántica y misteriosa vida; secreto que era inescrutable, pero absolutamente sin igual.
La señora admiraba la pureza de sus costumbres tanto como sus estudios. Terminadas las clases, todavía acompañaba a algún profesor hasta su domicilio, prolongando de este modo la lección. Aquellos buenos señores, conociendo su origen, le trataban con gran afecto. Después, al volver a casa, se encerraba en su cuarto, lleno de libros.
El alma simple de la buena señora aceptaba la sabiduría como cosa útil, ya que la humanidad se regía por ella, concediéndola grandes honores; más allá, en el fondo de su ánimo, sentía aversión y desconfianza, mirándola como arma útil para defenderse de los males del mundo, pero que encerraba en su seno un peligro de muerte.
Pero ¿qué diremos de sus palacios y de lo que en sus palacios se encerraba, cuya magnificencia excede a toda ponderación?
Desde allí se tiene la idea completa de la Alhambra, que debió sor una obra inmensa, formidable y de muy variadas condiciones. Una primera línea de fortificaciones, destacada bajo los bordes de la circunferencia de la planicie, lo encerraba todo: la ciudadela y los palacios, los parques y jardines y el Jeneralife.
Recordé en ese momento el curioso enigma cifrado que se encerraba en la carta de juego, pero no hice la menor alusión sobre ello. ¡Ah! ¡ya veo! exclamó al punto. Pero si esa pequeña bolsita, o lo que fuera, que siempre llevaba consigo, oculta entre sus ropas o suspendida alrededor de su cuello, se ha perdido, ¿no significa que ha habido en esto una tragedia, es decir, un robo y un asesinato?
Así que llegaba un forastero a Lancia, D. Cristóbal no sosegaba hasta trabar conocimiento con él, y acto continuo le invitaba a tomar café en su casa y le llevaba al teatro a su palco y a merendar al campo y le acompañaba a ver las reliquias de la catedral y la torre y el gabinete de historia natural; todas las curiosidades, en fin, que encerraba la población.
Petra se encerraba en su cuarto. Colgada de un clavo a la cabecera de su cama de madera, tenía una cartera de viaje, sucia y vieja. Allí guardaba con llave sus ahorros, ciertas sisas de mayor cuantía, y algunos papeles que podían comprometerla. De allí sacaba el guante morado del Magistral, del que a nadie había hablado.
Palabra del Dia
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