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No es raro que la reaccion se límite al desarrollo de calor en las estremidades y la cara con dolores congestivos en la cabeza, vértigos, palpitaciones, incomodidades y rubicundez oscura de las mejillas.

Después siguió con la vista fija en sus padres, y ambas manos en la cabeza señalando sus agudos dolores.

A la luz de la palmatoria que sobre la mesilla de noche ardía púsose a leer, según su costumbre, una novela del vizconde d'Arlincourt, para conciliar el sueño. Gustábale el género romántico, y pasábansele a veces las noches de claro en claro, cual si tuviese quince años, compadeciendo los dolores de alguna Clarisa o participando de las ternezas de algún Adolfo.

Hacia la misma época, se puso enfermiza; se quejaba de dolores de cabeza, de calambres en el estómago, y le costaba trabajo ir de un lado a otro por la casa. Naturalmente, papá y mamá no podían dejar de notar su estado.

Los mismos dolores y los fenómenos de la sensibilidad ponen de manifiesto la afeccion del sistema nervioso de la vida de relacion, al no presentar los caractéres de la esencialidad, y al referirse en general á la afeccion de los órganos de la vida animal, resultando que no puede asignarse á ningun grupo de síntomas un estado agudo suficientemente caracterizado.

Mi médico, suaviza mis dolores Hablándome de ciencia y poesía, Como Platon el ático lo haría Perteneciendo al gremio de doctores. en los remedios que haces, viertes flores Que impregna la amistosa simpatía, Y de tu mano brota noche y dia Bálsamo aliviador de sinsabores.

Dios no ha creado el mundo malo, sino bueno. Fue el primer hombre quien se acarreó todos los dolores con su desobediencia. ¡Ah, ! El mito de la manzana. Yo no le creo a usted capaz, señor excusador, de un capricho tan ridículo. ¿A qué conducía el reservar esa manzana, sobre todo conociendo el carácter caprichoso de Eva y la debilidad de Adán por ella?

Deseaba olvidar todo esto, y para conseguirlo concentró su atención en las revelaciones que ella le había hecho y en sus dolores de madre. ¡Infeliz Alicia! Al verla empobrecida y llorosa, sin otra ayuda que la que él pudiese concederle, empezó á sentir por esta mujer un afecto duradero.

»Hasta muy pronto, pues, mi excelente amiga, querida hermana de mis afectos y de mis dolores. La quiero cada vez más, a medida que su hija me va siendo más querida. La distancia que nos separa no podrá enfriar una tan buena amistad; nos hemos visto poco y no nos escribimos mucho, pero nuestras oraciones se confunden todos los días al pie del trono de Dios.

Refugio universal para sanar todas las enfermedades y dolores. Protector singular de las mujeres que le llamaban en sus peligrosos partos, y de las estériles, que buscan el consuelo de su patrocinio." Esto dice la portada de su novena, Manila, 1918.