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Supongo que la señora Percival todavía permanece aquí, ¿no es verdad? inquirí después de un momento, al recuperar mi calma y tranquilizarme de la impresión que me había hecho el encontrar al aventurero y a su hija en posesión completa de esa espléndida mansión que medio Londres admiraba y la otra mitad envidiaba; la mansión que había aparecido tantas veces descripta y fotografiada en los magazines y periódicos de las damas.

Mi amiga tiene tres hijas casadas: Margarita con un alto empleado de un ministerio; Petronila, con un secretario de legación; y María Inés, con un ingeniero burócrata que nunca vivió en carpa, lo que no le impide discutir, desde la oficina, las obras que otros ejecutan en el campo. Descripta la familia, fácilmente se explican las inquietudes de mi amiga Petrona en este histórico momento político.

El juez, que había recobrado su autoridad y que no había cesado de desplegar su talento en la conversación, vuelto hacia nosotros y de espaldas al fuego, nos dirigió la palabra, como a un jurado imaginario, del modo siguiente: Ciertamente que nuestro distinguido amigo aquí presente, se encuentra en aquella disposición descripta por Shakespeare, como la de la marchita y amarilla hoja, o bien ha sufrido algún percance que abatió de un modo prematuro sus facultades físicas e intelectuales.

Descripta Silvia, la infantil imaginación de Valdés se desbocaba en aventuras absurdas... La jeune fille era la coqueta más desfachatada, ¡peor que su madre!... Hacíase festejar por todo el mundo... Y a sus plantas desfilaban, requebrándola sin éxito, los maestros más ridículos y menos queridos del colegio, incluso el de religión, el padre Martínez... Hasta había una figura titulada «El padre Martínez ante la bella Silvia», en la cual se veía al sacerdote, acentuados los rasgos sensuales e hipócritas de su carona afeitada, presentando de rodillas a la esquiva joven, en ambas manos, el flamígero corazón que suele verse en los detestables cromos de las estampas religiosas...

De pronto empezó á arder el pueblo por los cuatro costados; los heroicos defensores, abrumados por el número tuvieron que retirarse; cesó la resistencia, y entonces, ¡oh, entonces! aquella masa de ochocientos foragidos que capitaneaba Ivonet en persona, entregose á las delicias del triunfo! La escena que se desarrolló en La Maya no es para descripta.