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Tuvo al principio la idea de buscar un abogado y presentarse al juez demandando a Esteven, y aun llegó a hablar de esto a Pablo Aquiles, que no sabía ni lo que hacía ni lo que le pasaba, pero desistió, temerosa del escándalo y entristecida con lo ocurrido.

La idea del Demonio oculto en el cuerpo de aquella fascinadora cruzábale por la mente, y sentíase orgulloso de haber luchado con semejante enemigo, cual Jacob en las tinieblas; y ahora, a su vez, tomaba aquellas blancas manos de Dalila, aquellas manos de traición y de engaño, y, demandando la palabra reveladora, estrujaba unos con otros los dedos, sobre las duras sortijas; mientras ella, con los ojos bañados en lágrimas, miraba hacia lo alto, sin exhalar un gemido.

Espinosa se vuelve désque habia Llegado con Mendieta á aquel parage; Su gente le ha rogado convenia, Que un poco retorciese su viage, Y que á San Salvador lleve la via: Hicièronlo: Mendieta con corage Bajaba por el rio suspirando, Y á Dios venganza de esto demandando.

35 E hicieron los hijos de Israel conforme al mandamiento de Moisés, demandando a los egipcios vasos de plata, y vasos de oro, y vestidos. 36 Y el SE

Candish con su pujanza y poderío De Santos sale un dia alegremente, Y acá en el Argentino hacen vela, Que mucho su venida se recela. Mas él parte de Santos recta via, El Magallan Estrecho demandando, Y tanto el Sur le sigue y combatía, Que vuelve popa via ya arribando.

Acudió a Miranda y Perico demandando ayuda, y ambos se encogieron de hombros, declarándose de todo punto inexpertos y poco a propósito para asuntos tales. Justamente el día en que se le puso en la cabeza hablarles del asunto, tenían ellos concertada una cena con Zulma y compañeras no mártires en el más calentito y retirado gabinete de Brébant. ¡Brava sazón de pensar en semejantes cosas!

Semejante a aquellos amadores que fijan en la mente la imagen de sus amadas tal cual se les apareció en una hora culminante y memorable para ellos, y, a despecho de las injurias del tiempo irreverente, ya nunca las ven de otro modo, al señor Joaquín no le cupo jamás en la mollera que su caro prohombre fuese distinto de como era en aquel instante, cuando encendido el rostro y con elocuencia fogosa y tribunicia se dignó apoyarse en el mostrador de la lonja, entre un pilón de azúcar y las balanzas, demandando el sufragio.