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Actualizado: 15 de junio de 2025
En efecto, un robusto monje entraba en el recinto, con los ojos bajos, las manos cruzadas sobre el pecho. Ave Maria purissima, mater Dei murmuró aproximándose y haciendo un gesto al carmelita, que se alejó.
Adiós... adiós...; mira, las leyes de la naturaleza son las que te hacen caer, desprenderte de mi seno.... Adiós, hija mía, manecita mía; adiós... adiós.... Hasta la eternidad». Y la figurilla, que por lo visto era de cera, se desvanecía, se derretía en aquella bruma caliginosa, que envolvía a la criaturita y a ella también, a Emma, y la sofocaba, la asfixiaba.... Abrió los párpados con sobresalto, y vio a Bonis que, con la mirada de Agnus Dei, como ella decía, enternecida, clavaba sus ojos claros en el vientre en que iba su esperanza.
En las dos obras principales de la historia de Pedro el Cruel, Historia del rey D. Pedro y su descendencia, por Gratia Dei, y la Chrónica del rey D. Pedro, de López de Ayala, no se encuentra dato alguno histórico en que pueda fundarse el argumento de este drama. Ayala sólo habla de la pasión desenfrenada de Don Enrique por el bello sexo. Val.
Podrá sentirla el hombre harto de vivir y pensar; pero un chico de diez y seis años, como era Tirso entonces, cuando entró en el Seminario, ¿qué entendería de consagrarse a Dios? ¡Fue una verdadera infamia, un engaño, un robo, un secuestro ad mayorem Dei gloriam! Sí respondió Millán como cuando se meten los jesuitas en familia donde hay niña con dinero, y al poco tiempo cátatela monjita.
El joven pintor venezolano que iba conmigo, se cubría con frecuencia los ojos y me sostenía que no podría recuperar por mucho tiempo la percepción dei rapporti, esto es, de las medias tintas y las gradaciones insensibles de la luz, por el deslumbramiento de aquella brutal crudeza.
Llegó al fin la hora de la comunión; el sacerdote abrió el tabernáculo, volvióse al pueblo y bendijo a pobres y ricos, grandes y pequeños, inocentes y arrepentidos, verdugos y víctimas... Todas las cabezas se inclinaron, dobláronse todas las rodillas en el más profundo silencio... ¡Ecce Agnus Dei; ecce qui tollit peccata mundi!...
El joven pintor venezolano, que iba conmigo, se cubría con frecuencia los ojos y me sostenía que no podría recuperar por mucho tiempo la percepción dei rapporti, esto es, de las medias tintas y las gradaciones insensibles de la luz, por el deslumbramiento de aquella brutal crudeza.
Palabra del Dia
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