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Actualizado: 26 de junio de 2025
Los domingos pasaban juntas las dos amigas toda la tarde en la casa de una o de otra, y allí era el comer dulces y el contarse cositas, sentadas al balcón, viendo las idas y venidas del crítico desde la calle de los Tres Peces a la de la Magdalena.
Y llegado el instante crítico, cuando los ulloístas se juzgaban ya dueños del campo, inclinaron la balanza del lado del gobierno defecciones completamente impensadas, por no decir abominables traiciones, de personas con quienes se contaba en absoluto, habiendo respondido de ellas la misma casa de los Pazos, por boca de su mayordomo. Golpe tan repentino y alevoso no pudo prevenirse ni evitarse.
Para completar su satisfacción, hacía además doña Luz un deslinde crítico, acerca de este negocio, que rara vez dejan de hacer las mujeres de su condición y en sus circunstancias.
Cuando tomaban la palabra quizá algún crítico escrupuloso pusiera reparos a la voz bronca un poco aguardentosa de la menor y a las frases libres y a los ademanes harto sueltos y descocados de la mayor.
Hay momentos en que los más rutilantes espíritus sufren pasajero eclipse, y entonces, mostrándose la naturaleza en toda su desnudez, aparecen las malas pasiones que bullen siempre en el fondo del alma humana. Esto fué lo que pasó á mis cuatro jueces en aquella noche funesta. Sucedió que unas palabras de D. Marcos, que fué siempre algo deslenguado, irritaron al augusto crítico.
Eran tambien, si así puede decirse, mas pintorescos, pues como lo observa un crítico español, "los sonidos prolongados mas bien que articulados, de que están llenas las lenguas salvages, parecen mas propios para conmover la imaginacion pintando, que para hablar al entendimiento definiendo."
En esto llegaron y se dio tierra al cuerpo de la señora de Rubín, delante de las cuatro o cinco personas acompañantes, las cuales eran Segismundo y el crítico, Estupiñá, José Izquierdo y el marido de una de las placeras, amiga de Segunda. Ballester, afectadísimo, hacía de tripas corazón, y se retiró el último.
Al fin y al cabo en aquel momento crítico el corazón hablaba. No en vano había estado enamorada tanto tiempo. La joven se defendía con empeño, negando que estuviese triste y casi casi que hubiera estado enamorada. No se puede llamar amor lo que he sentido por ese hombre... Era una locura, un antojo por cosas agrias, como solemos tener las mujeres.
Ya había tras ella un lugar de retirada, una reserva para cualquier caso crítico... Ya veía cerca de sí un brazo, un escudo... La vida se le ofrecía más llana, más abierta... «Yo cuidaré pensaba , de que esta amistad y mi honradez no sean incompatibles».
No fiarse de su penetración y dársela cocida y caliente, como hace Balzac, por ejemplo, es afear las novelas y exponerse además á que un crítico haya dicho con razón que su filosofía es la de un viajante de comercio.
Palabra del Dia
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