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Pedro replicó que su señora no estaba en casa. Hubo de terciar Casilda, que conocedora de la confianza que su ama dispensaba á Quevedo, no tuvo inconveniente en abrir. Entrad y os convenceréis le dijo : si queréis esperar á la señora, esperadla. Dejadme, sin embargo, subir, hija. Subid enhorabuena. Quevedo subió, y con su audacia acostumbrada, lo registró todo, hasta la alcoba.

Oid atentos y os convenceréis de que dicen: «¡Venite, adoremusAquel pinar era el sitio en que indefectiblemente paseaba el cura todas las tardes. Cuando se hubo internado en el pinar, vió de repente salir de entre la enramada el guarda que traía su escopeta, el cual, parándose á corta distancia, se la echó á la cara, clavando en él sus ardientes y amenazadores ojos.

¿No voy camino del infierno, señor cura? No me parece, mi buena hijita. Son cosas de tu edad. Eres tan joven. ¿Joven, mi pobre cura? ¡Ah, si pudierais ver el fondo de mi alma! Os he escrito, que no era más que un esqueleto, y es la verdad. En todo caso, no lo pareces. Ya hablaremos de ello de aquí a un rato, señor cura, y os convenceréis.

Algo nos inclinamos a creer lo último cuando observamos que los más de éstos os dicen si los habéis conocido: ¡Chitón! ¡Por Dios! no digáis nada a nadie. Seguidlos, y os convenceréis de que no tienen motivos ni para descubrirse ni para taparse. Andan, sudan, gastan, salen quebrantados del baile... nunca, empero, se les olvida salir los últimos, decir al despedirse: ¿Mañana es el baile en Solís?

Contempladlos, y os convencereis de que los edificios de que formaron parte solo han podido pertenecer á la época mas floreciente y á la poblacion mas famosa del Califado andaluz.