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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Es indudable que este hábito de trabajar así, de abstraerse en la contemplación de su obra, de mirarla incesantemente, con la cabeza erguida y los ojos bajos, acentuó en gran manera la natural rigidez de su continente.
Como para entonces no viviré yo, y como en el estado presente del mundo estoy ya harto de la vida práctica, he resuelto refugiarme en la contemplación; y á fin de gozar del espectáculo de las cosas humanas, mezclándome en ellas lo menos posible, voy á tomar asiento, como espectador desapasionado, en la propia Villabermeja.
Yo estaba absorto en la contemplación de tanta maravilla, cuando sentí un fuerte golpe en la nuca. Creí que el palo mayor se me había caído encima. Volví la vista atontado y lancé una exclamación de horror al ver a un hombre que me tiraba de las orejas como si quisiera levantarme en el aire. Era mi tío.
Emblema vivo de la dicha, la he visto y la he sentido gozando, masque por la contemplación de su hermosura, con los presentimientos en que el alma adivinaba las dichas que pudiera darme.
La misma meditación racional me infunde recelo. No quisiera yo hacer discursos para conocer a Dios, ni traer razones de amor para amarle. Quisiera alzarme de un vuelo a la contemplación esencial e íntima. ¿Quién me diese alas, como de paloma, para volar al seno del que ama mi alma?
La contemplacion de esos monumentos de la gloria de los grandes ciudadanos y de la gratitud ó admiracion del pueblo, me causaba profundo placer, porque en Inglaterra esas demostraciones no son obra de los gobernantes, sino de la espontaneidad de la opinion pública, que discierne el premio con independencia.
Todo lo que concentra al hombre llamándole á elevada contemplacion en el santuario de su alma, contribuye á engrandecerle, porque le despega de los objetos materiales, le recuerda su alto orígen, y le anuncia su inmenso destino.
Sólo la contemplación de los dos seres a quienes más quiero y en quienes se cifran todos mis amores de este mundo, hace penetrar un rayo de gozo en mi triste corazón lacerado por la pena... Ya sé que soy amado, sé que se me corresponde, pero hay que perdonarme: no puedo quedarme aquí; necesito vivir solo. ¿Qué dice, usted? ¿que nos deja? ¡Oh, tío! ¿Cómo puede ser eso? Explíquese exclamó Antoñita.
A la vuelta de un sendero hundido en el fondo de un valle sombrío y agreste, vi un día un viejo edificio de una arquitectura sencilla pero imponente, y la sola contemplación de aquel lugar hizo descender a mis sentidos el recogimiento y la paz.
Estas damas eran pocas; la mayoría pecaban por el extremo de la seriedad insulsa, y en cuanto se veían expuestas a la contemplación del público, tomaban gestos y posturas de estatuas egipcias de la primera época.
Palabra del Dia
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