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Actualizado: 9 de julio de 2025


En el momento en que creyó reconocer la voz de Sorege en el cuarto de Jenny Hawkins, en San Francisco, el conde estaba en América, lo que hacía verosímil su presencia en el teatro y afirmaba con fuerza todas las consecuencias que de ella se deducían. Sus sospechas no eran ya queméricas, sino que se fundaban en un hecho real. Sorege estaba en América, luego no había coartada posible.

No recordaba que Dunsey y él hubieran hablado nunca del tejedor desde hacía doce años, época de su infancia, en que se divertían burlándose de él. Además, su imaginación encontraba siempre una coartada para Dunstan; se lo imaginaba siempre en algún escondrijo en armonía con los gustos que le conocía, y hacia el cual debía haberse dirigido después de haber abandonado a Relámpago.

Toda esa relación, en lo que se refiere a mi persona, es absolutamente falsa dijo con voz bastante repuesta Bonis, que también se levantó para medirse con el tío . Yo no he entrado hoy en la zapatería de Fuejos, y puedo probar la coartada; a las doce estaba yo... en otra parte.

Las sospechas se dirigirían inmediatamente contra el Cantó, recordando la cuestión ocurrida en la alquería y sus palabras de venganza. Con esto y con prepararse el verro una coartada, trasladándose a todo correr por los atajos a algún punto lejano donde todos le viesen, le sería fácil cumplir su venganza, sin peligro.

Y la voz del tío Manolillo era ronca, amenazadora, sombría; sus ojos bizcos se revolvían de una manera espantosa, estaban inyectados de sangre y su barba temblaba. Don Juan de Guzmán se sentía dominado; doña Ana estaba coartada por el miedo.

LINE. ¿Lo sabes...? No me quito mas que esto... ¡Tengo mucha prisa...! ¡No puedo dedicarte mas que media hora...! LIONEL. ¡Eso se dice...! LINE. ¿Cómo «eso se dice»...? No sueltes tonterías, querido mío. Tengo que estar de regreso en mi casa a las siete y media, y son las cinco. ¡Y debo pasar por casa de mi cuñada para preparar la coartada...! Mi cuñada no tiene hijos.

Y así pasaron tres meses, hasta que un día amaneció frente a la casa una horca y pendiente de ella el cadáver del excomulgado, sin que nadie alcanzara a descubrir los autores del crimen, por mucho que las sospechas recayeran sobre el clérigo, quien supo, con numerosos testimonios, probar la coartada.

Palabra del Dia

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