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Desengañada, al claustro te vinistes y aquí el reposo con placer hallastes; hay siempre quien te aplauda con anhelo; antes era la tierra, ahora es el cielo. Canta Rosa, su voz tiene pendiente un cúmulo de humanas atracciones zozobrando en el rápido torrente de aplauso general y aclamaciones.

Pasaba las noches en la catedral con la misma tranquilidad que si estuviera en el claustro, alto, habituado a aquel silencio de cementerio.

Buenas tardes. Muy buenas, don Antolín. Pero no lo olvide usted; aún no hemos salido de la fe y la espada. A ratos, nos dirige una o nos arrea la otra. Pero de la ciencia, ni una palabra. Ni siquiera ha regido España durante veinticuatro horas. Gabriel, después de esta tarde, evitó las reuniones en el claustro para no discutir con el Vara de plata. Estaba arrepentido de su audacia.

La chiquillería del claustro alto, que tanto enfadaba al Vara de plata, sacerdote encargado de la dirección y buen orden de la tribu establecida en los tejados de la catedral, admiraba al pequeño Gabriel como un prodigio. Aún no sabía andar y ya leía de corrido.

Cuando abandoné el siglo y el mundo y vine a refugiarme en el claustro, me impulsaban y halagaban ambiciosas esperanzas que también al fin se han desvanecido.

Al caer la tarde, Gabriel se despidió de su discípulo: le estaba esperando el compañero en el claustro bajo para encerrarse en el templo. Tal vez no nos veamos más dijo el curita con tristeza . Usted acabará sus días aquí, en la casa de un Dios en quien no cree.

Allí le esperaban otros demonios y recibiéndole, le volvían a arrojar en la misma forma, dando con él otra vez en el claustro principal sin sacarle ni una palabra de enojo, ni de sufrimiento, hasta que invocando los sagrados nombres Jesús, María y José, le dejaban."

Eran gentes acostumbradas a verse todos los días, siempre las mismas, a idéntica hora, y sentían revuelta su curiosidad cuando un rostro extraño alteraba la monotonía de su existencia. Retirábase hacia el fondo del claustro, cuando algunas palabras de los mendigos le hicieron retroceder. Ahí viene el Vara de palo viejo. ¡Buenos días, señor Esteban!

En las horas de recreo, en el claustro bajo, no perdía ripio para motejar a los condiscípulos, y si algún extraño entraba en la casa para hablar con los jesuitas, Grijalva le había de echar su latín correspondiente, verbi gratia: «Videte Piaonem ad petendum Gratianum... arcades ambo».

No te alarmes dijo el aparecido . Dios me ha dado licencia para venir a encomendarte un asunto. Ve mañana al mediodía al portal de Botoneros y pídele a don Marcos Guruceta seis mil pesos que le di a guardar, y que están destinados para poner en el primer claustro la vida de nuestro santo patrón. Y dicho esto, la visión desapareció. El padre Antolín se quedó como es de presumirse.