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Caminamos de mañana, y á una distancia de 5 leguas se divisó la Sierra de Cairú. Este dia empezò á llover desde muy temprano hasta las tres de la tarde: se atravesaron unos grandes esteros, dejando dicha sierra sobre nuestra izquierda, siguiendo el camino al SE, y á la tarde paramos á la orilla de un arroyo crecido y pantanoso, y se le puso el nombre de San Bruno.

Siguiéronnos unos 12, y nunca se atrevieron á llegar, temerosos del indio Sinipé que á caballo nos acompañaba: fuése el indio Sinipé. Este dia caminamos 16 leguas; su sonda por las playas, de seis cuartas, lo demas de tres varas.

Proseguimos por la mañana la derrota por terrenos semejantes á los de ayer, y al fin del tercer rumbo tomamos la altura meridiana del sol, que dió la latitud de 34° 53' 7'', y la longitud 00° 44' 5'' occidental. Poco antes cortamos la Cañada del Durazno que demora al NO, caminamos, y con el último rumbo llegamos al Hospicio de los Padres Mercedarios.

La niña, sin decir nada, volvió a tomar mi brazo. Caminamos un buen pedazo en silencio. Yo iba pensando ansiosamente en lo que iba a decir o en lo que iba a hacer, sobre todo en lo que iba a hacer. Al fin, Teresa lo rompió, preguntándome resueltamente: ¿No me dijo V. por carta que me quería? ¡Pues ya lo creo que la quiero a V.!

Anduvimos este dia tres leguas, por haber parado á mediodia. El 13 caminamos al salir el sol, y á poco paré, por haber enfermado, y me mantuve el 14. El 15 caminé á las diez del dia: á la legua se halla una canal, con sonda de menos de vara: sigue una encumbrada barranca al lado del N, como de una legua.

A cosa de las tres de la tarde caminamos; y á las seis, con corta diferencia, hicimos alto, acampando en la costa de un arroyo, en que se pescaron muchos bagres. Se caminarian este dia 12 leguas, poco mas ó menos.

Caminamos de madrugada por la costa de dicho arrojo cosa de cinco leguas, y habiéndolo pasado, caminamos por unos grandes cerrillos muy guadalosos, y llegamos al Rio de los Sauces á las cinco de la tarde, mas abajo de la sierra.

Así, pues, no puedo convencerme de que caminamos hacia la bienaventuranza, cuando veo que, no sólo estamos desesperados, sino que es tonto probadísimo, hombre ajeno a la filosofía, acéfalo o microcéfalo insipiente, el que no se desespera.

Caminamos hacia la costa del río Paraguay, donde habiendo cazado un ciervo, estábamos, afligidos por la falta de agua, mas cavando uno de nuestros compañeros un pozo, por gran providencia de Dios, á dos brazas descubrió una vena de agua.

La cara del párroco de Entralgo, sin saber por qué, ejercía un efecto sedante bien definido sobre sus nervios. Venía éste caballero en un rucio matalón enjaezado con albarda. ¿Hacia dónde caminamos, D. Prisco? preguntó ya alegremente el capitán teniendo del ramal al burro. Villoria manifestó aquél con su acostumbrado laconismo. ¿Va usted á dormir allá? . El cura está enfermo. Mañana San Roque.