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Actualizado: 25 de julio de 2025
Mario, a quien molestaban muchísimo las bromas cínicas de D. Laureano, hizo un esfuerzo penoso para sonreír y no contestó. La verdad es, querido Costa, que en nuestra corta y miserable existencia sólo hay un punto luminoso, un oasis ameno, la mujer.
Hasta me alegraré de tener un nuevo marido; el que tengo ahora gruñe porque no varío el menú, mientras que el nuevo se chupará los dedos. CLEOPATRA. Decís cosas cínicas, Proserpina. La historia, con ese motivo, nos condenará. PROSERPINA. ¿Qué sabe la historia de nuestros negocios? Además, yo me encuentro aquí divinamente. CLEOPATRA. ¡Sois incorregible, Proserpina! Tened cuidado, pueden oírnos.
La Revolución triunfó, y a las agitadas emociones del conspirador sucedieron en Jacobo las halagüeñas embriagueces del triunfo, las cínicas rapacidades de pretor romano, las ruidosas apoteosis de arcos de cartón y farolillos de papel a que le llevaban en hombros masas estúpidas arrastradas por su verbosidad, multitudes frívolas, que, por tener algo de mujer, prendábanse de su gallardía y gentileza y se prometían llevarle a defender la soberanía popular en los escaños del Congreso, a él, aristócrata orgulloso, tan sólo de nombre renegado, que se reía de ellos llamándoles paletos, babiecas y burgueses mentecatos, y corría, al separarse de estrechar sus manos, a lavarse y enjabonarse y perfumarse, para echar lejos de sí aquel insoportable hedor de la canalla...
Debajo de las frases irónicas y cínicas del mayorazgo de Montesinos adivinaba un estudio largo de la materia, un sistema meditado y completo. Para combatir este sistema y los razonamientos que la impiedad puede alegar era menester conocerlos de antemano, discutirlos y ponderarlos previamente en la cabeza, para luego, al aparecer en la boca del incrédulo, destruirlos, hacerlos polvo.
Palabra del Dia
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