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Actualizado: 18 de junio de 2025
Aun en las grandes ciudades sigo el mismo órden: el azar y la casualidad son mis guias, sigo las calles que mejor me parecen, buscando las sorpresas agradables y pidiendo solo á la casualidad la ocasion de los monumentos.
Mira las cosas, ahora por un lado, despues por otro; pronuncia interiormente el nombre de aquello que examina; da una ojeada á lo que rodea el punto principal; no se parece á quien sigue un camino trillado, como sabiendo el término á que ha de llegar, sino á quien buscando en la tierra un tesoro cuya existencia sospecha, pero de cuyo lugar no está seguro, anda excavando acá y acullá sin regla fija.
No se había engañado: era el susto, la mala sangre que se le había subido al pecho y la ahogaba. Anduvieron toda una tarde las dos por las colinas vecinas buscando hierbas, y solicitaron de la mujer de Zarandilla los más disparatados ingredientes para una famosa cataplasma que pensaban preparar.
Dos veces había estado en la tienda buscando al principal, y se dignó hablar con Juanito afectuosamente, como si fuese uno de la clase, enterándose con benevolencia paternal de sus proyectos para el porvenir. ¡Oh, qué hombre! ¡Qué confianza inspiraba!
Si en Madrid era uno de tantos, en Vetusta no podía temer a más de cinco o seis rivales importadores de semejantes maneras. En los meses de vacaciones aprovechaba el tiempo buscando el trato de las familias ricas o nobles de Vetusta.
Peor que mi cuerpo se hallaba mi alma, llena de turbaciones, de sobresaltos y congojas, tan apenada por terribles recuerdos como por angustiosas presunciones, de tal modo, que mi pensamiento corría de lo pasado a lo futuro alternativamente, buscando en vano un poco de paz.
Recorría los muelles cenagosos buscando trabajo, e iba a caer a esas tabernas de marineros borrachos, en donde se mezclan gentes de todos los países. Allen no sabía, no tenía certificados, y los skippers no le aceptaban.
Selivestroff murió sonriendo entre los brazos de su amante, buscando por última vez con su boca sanguinolenta aquellas manos de nácar delicadas y fuertes.
Y siguiendo su costumbre en los días negros, cuando alguna inquietud fruncía su entrecejo, se fué á la taberna, buscando los consuelos que guardaba Copa en su famosa bota del rincón. A las diez de la mañana, cuando Pepeta con sus dos compañeras regresó de Valencia, estaba la barraca llena de gente.
Buscando luego paliativos a su disgusto, se dijo que el exceso de pudor ahogaría su porvenir artístico. ¡Pues qué! ¿No había visto, por ejemplo, y nada menos que a célebres cantantes, lucir las piernas haciendo el paje de los Hugonotes, y algo más que las piernas en la Venus del Tannhauser?
Palabra del Dia
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