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Actualizado: 23 de julio de 2025


Los tiradores negros del centro de África enseñaban sus dientes de marfileña sonrisa á los gigantes bronceados, con grueso turbante blanco, procedentes de la India. El cazador de las llanuras glaciales del Canadá fraternizaba con los voluntarios de Australia y Nueva Zelandia. El cataclismo de la guerra mundial había arrastrado los hombres de los antípodas hasta este rincón dormido de la Grecia.

El clima poderoso había templado al hombre como en ninguna otra parte del planeta, dándole una fuerza seca y resistente. Curtidos y bronceados por una absorción profunda del sol y de la energía del ambiente, sus navegantes pasaban al estado del metal. Los hombres del Norte eran más fuertes, pero menos robustos, menos aclimatables que el marino catalán, el provenzal, el genovés y el griego.

Era enjuto de carnes, con la recocida delgadez de los mediterráneos bronceados. El viento salino más que los años había curtido su rostro, frunciéndolo con profundas arrugas. Una coloración caprichosa hacía negro el fondo de estas grietas, mientras que la parte expuesta al sol parecía lavada por la luz, con tonos más claros. La barba corta y dura se extendía por los surcos y lomas de su piel.

Lo que no contaba Argensola era que su excursión nocturna á lo largo de este cuerpo de ejército la había hecho acompañado de la amable persona que estaba dentro y dos amigas más, grupo entusiasta y generoso que repartía flores y besos á los soldados bronceados, riendo del asombro con que les mostraban sus blancos dientes.

Ulises vió señoras vestidas de blanco haciéndose abanicar, tendidas en sillones, por sus pequeños pajes chinescos; vió militares bronceados y enjutos, con aspecto enfermizo, que parecían galvanizados por la guerra que los arrancaba á la siesta asiática, y niñas, muchas niñas, contentas de ir á Francia, el país de sus ensueños, olvidando en esta felicidad que sus padres marchaban tal vez á la muerte.

No tardó en dejar el terreno montañoso cubierto de arbolado y se halló en la vasta llanura de Solent, cuyos campos esmaltados de florecillas multicolores presentaban aquí y allá grupos verdes ó bronceados de ondulantes helechos. Á la izquierda del viajero y no muy lejos continuaba el espeso bosque, pero la senda divergía rápidamente de él y serpenteaba por el valle.

Palabra del Dia

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