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Actualizado: 25 de noviembre de 2025


Algunas horas después Delaberge se internaba en el bosque y se dirigía muy pensativo hacia Rosalinda. No tenían sus pensamientos ni la ligereza de las blancas nubecillas que corrían por encima de los árboles, ni tampoco la alegría de las flores, cuyas notas de color vivísimo salpicaban la hierba, sino que eran muy graves y trascendentales.

Está hermosísima así, pero no hay que tocar en ella». Más de una vez, en medio del bosque del Vivero, a solas con Ana, don Álvaro se había sentido en ridículo; se le había figurado que aquella señora, a quien estaba seguro de gustar en el salón del Marqués, allí le despreciaba.

María Teresa se creía transformada en una princesa de un cuento de hadas, pues no tenía otra ocupación que la de divertirse de la mañana a la noche, bajo la dirección de un maestro de ceremonias parecido al Príncipe Encantador. Las mañanas eran dedicadas al bosque; por las tardes había siempre diversiones nuevas; en cuanto a las noches, terminaban invariablemente en el teatro o en las tertulias.

Nada de eso... Usted es linda, el tiempo hermoso y el bosque está perfumado, ¿qué más puedo yo pedir? Mirábala yo de reojo, de vez en cuando, y la veía andar, tiesa y orgullosa, sin volver ni una vez la cabeza hacia , y con los ojos fijos en la joven pareja que iba delante de nosotros y que parecía hablar con animación.

Por fortuna, un cambio de postura desvía la sangre de ciertos sitios del cerebro, quedan libres los nervios oprimidos, sufren otros la presión y... Un bosque fantástico, cuyos árboles tienen, en vez de hojas, monedas de oro.

-Por ventura, señor caballero -preguntó el del Bosque a don Quijote-, ¿sois enamorado? -Por desventura lo soy -respondió don Quijote-; aunque los daños que nacen de los bien colocados pensamientos, antes se deben tener por gracias que por desdichas. -Así es la verdad -replicó el del Bosque-, si no nos turbasen la razón y el entendimiento los desdenes, que, siendo muchos, parecen venganzas.

-Está bien -replicó el del Bosque-. Amanecerá Dios y medraremos.

Se pasa bajo el pórtico de la fortaleza, dejando el bosque poblado de misteriosas armonías, y el viajero se encuentra en el extenso patio de los Aljibes.

El manotazo á la primera máquina volante que le había explorado con sus luces, así como la curiosidad de Gillespie, que le permitió descubrir por encima del bosque todas las evoluciones de la flotilla luminosa, aconsejaron la necesidad de un ataque brusco y rápido.

El agua llegábales ya al pecho cuando tocaron tierra. ¿Dónde? No sabían... un pajonal. Pero en la misma orilla quedaron inmóviles, tendidos de espaldas. Ya deslumbraba el sol cuando despertaron. El pajonal se extendía veinte metros tierra adentro, sirviendo de litoral a río y bosque. A media cuadra al sur, el riacho Paranaí, que decidieron vadear cuando hubieran recuperado las fuerzas.

Palabra del Dia

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