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Doy, pues, aquí punto, recomendando vivamente á cuantos vayan á Salamanca aquel Panteón, aquel Museo, aquel Libro de Historia que se llama la Catedral Vieja. Fuera ya de ambas Catedrales, las contemplamos todavía largo tiempo y á cierta distancia, admirando el grandioso golpe de vista que ofrecen juntas y como en anfiteatro sobre la colina en que se asientan.

El arte del seductor se extendía sobre aquel mantel, ya arrugado y sucio; anfiteatro propio del cadáver del amor carnal. Mesía se dejaba ver por dentro, más que por complacer a sus oyentes, por oírse a mismo, por saber que él era todavía quien era. «Las trazas del amor eran casi siempre malas artes; era un soñador el que pensase otra cosa.

Los mineros argentinos, no satisfechos con estos resultados, se desparramaron por el territorio de Chile, que les ofrecía un rico anfiteatro para ensayar su ciencia, y no es poco lo que han hecho en Copiapó y en otros puntos en la explotación y beneficio y en la introducción de nuevas máquinas y aparatos.

Luego dijo á media voz á sus acompañantes que el viejo guardián era un imbécil. Vagaron dos horas por el antiguo recinto de la ciudad, viendo el trazado de sus calles, las ruinas del anfiteatro, la Puerta Aurea, que daba acceso á una vía flanqueada de tumbas.

La velocidad de su marcha hacía ver con un engaño óptico que era el Océano el que venía corriendo a su encuentro en gigantescos repliegues que se empujaban unos a otros. Los ojos abarcaban un anfiteatro azul, inmenso, monótono, que borraba la noción de volúmenes y distancias.

Trépase á la címa de Fourvières por entre las horribles y sucias callejuelas del viejo Lyon, llegando al anfiteatro pintoresco del jardín de Fourvières por una serie de escaleras interminables que pasan de algunos centenares y hacen de la ascension una verdadera empresa.

Demora sobre una colina rocallosa, y está completamente cercada de murallas, ofreciéndose á la vista sus calles escalonadas en forma de anfiteatro. La vasta extension déla ciudad, que no guarda proporcion con el número de sus habitantes, hace comprender desde luego que muchas de las casas deben de hallarse desiertas.

Al frente se extiende una línea semejante de rocas que orillan la ria y el mar, con multitud de primorosos vallecitos y colinas tapizados de sementeras y casas de campo cuyo núcleo es el pueblo de Santoña, puerto militar y de comercio con unos 1,800 habitantes. Detras se van levantando las montañas en anfiteatro hasta producir las más graciosas formaciones y los mas pintorescos paisajes.

Como la ciudad tiene la forma de un anfiteatro, descansando sobre tres colinas equidistantes, y con pequeñas calles escalonadas en graderías hácia las alturas del cerro, en tanto que la bahía le sirve de base en su extremidad occidental, se podia abarcar con la vista todo el escenario.

Por las ventanas de todas sus habitaciones, que dan al septentrión, se descubre: primero, una faja de vega, de un kilómetro de ancho, que va á morir en el río; luego el mismo río, orlado de pomposas arboledas, y, á su otra margen, un segundo anfiteatro, que es la Vera de Plasencia, y que termina en las perpetuas nieves de las Sierras de Jaranda y de Gredos.