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La chica le envió la carta a Joshé diciéndole que se querían burlar de él, pero que ella le estimaba y que pasara por delante de su casa y que hablarían. Joshé fué y vió a la muchacha y le dió las buenas tardes y no se le ocurrió más; ella le preguntó si su madre, André Anthoni, estaba buena, él la contestó que y entonces ella le dijo: Hasta mañana, Joshé. Adiós.

Llevaba el traje lleno de lamparones, la boina sucia, el pelo largo, se olvidaba la corbata. Era una verdadera calamidad. Por eso se le llamaba Joshé Cracasch, y a él no sólo no le ofendía el apodo, sino que le hacía gracia; en cambio su madre, André Anthoni, se ponía como una fiera cuando oía que a su hijo le daban este mote.

Recordé entonces lo que cuenta M. André, en su interesante descripción de este mismo viaje, publicado en Le Tour du Monde. Parece que fue explotado o creyó serlo por aquel que le alquiló las mulas, y al trazar sus recuerdos de viaje, lo anatematizó, lanzando su nombre a la execración humana.

Pero he aquí que el caballero tan duramente tratado, era un hombre de honor que aprovechó su primer viaje a Europa para obtener de M. André, que no contaba seguramente con la huéspeda, una explicación completa, poco en consonancia con la altivez del insulto. Entretanto, el ministro inglés, con su numerosa familia y servidumbre, hacía también sus preparativos para partir al día siguiente.

Es el alligator, el cocodrilo del Nilo y de algunos ríos de la India, el yacaré de los nuestros, pero de dimensiones colosales. Parecíame una exageración la longitud de cinco a seis metros que asigna a algunos un viajero francés, M. André; pero, después de haber observado millares de caimanes, puedo asegurar que, en realidad, hay no pocos que alcanzan ese enorme tamaño.

Pues habéis de saber dijo Dantchari que José Cacochipi, el hijo menor de André Anthoni la confitera, ha sido conocido siempre, urbi et orbe por el apodo de Joshé Cracasch. Este apodo lo tenía muy merecido porque Joshé era hace años, y aun hace meses, el mozo más abandonado de la ciudad y de los contornos; así que todo el pueblo, némine discrepante, lo apodaba Cracasch.

Coronel Juan R. Epetormo. Coronel Gonzalo Pérez André. Coronel Nicolás Guillén. Coronel Leopoldo Figueras. Coronel José Fernández de Castro. Mayor General Santiago García Cañizares. Capitán Generoso Campos Marquetti. Coronel Casimiro Mayo. General José B. Alemán. Coronel Lino Dou. Coronel Miguel Llaneras. Coronel Manuel Lazo. Coronel Antonio Gonzalo Pérez. Capitán Oscar Soto Calderón.

La naturaleza salvaje y espléndida. Los bosques vírgenes. Aves y micos. Nare. Aspectos. Los chorros. El "Guarinó". Cómo se pasa un chorro. El capitán Maal. Su teoría. El "Mesuno". La cosa apura. Cabo a tierra. Pasamos. Bodegas de Bogotá. La cuestión mulas. Recepción afectuosa. Dificultades con que lucha Colombia. La aventura de M. André. ¡Qué espectáculo admirable!

Del mismo modo que M. André, en la Tour du Monde, como creo que ya he contado, entregó a la execración universal al que le alquiló mulas en Honda, a mi vez, impulsado por un sentimiento humanitario y cumpliendo un acto de justicia, recomiendo a todo el que hacia aquellos mundos se lance, emplear las mulas de Piquillo.