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Actualizado: 3 de octubre de 2025
Teníamos por toda sociedad una familia inglesa que regresaba de las Indias: un coronel al servicio de la compañía y sus dos hijas, amarillas como la piel de Rusia. Unicamente el vino de Burdeos gana con un viaje tan largo. Esas señoritas no nos honraron ni con una palabra; lo que las excusa un poco es que no sabían el francés.
Hasta ahora todas mis cosas han tomado raro giro: me han condenado á una multa por haber visto pasar una perra; ha estado en poco que me empalaran por un grifo; he sido condenado á muerte por haber compuesto unos versos en alabanza del rey; me he huido á uña de caballo de la horca, porque gastaba la reyna cintas amarillas; y ahora soy esclavo contigo, porque un zafio ha aporreado á su dama.
Esta versión es tanto más fundada, cuanto que los únicos ejemplares de calaveras que se conocen de esta clase proceden de los sitios donde sentaron sus aduares las razas amarillas.
Pero era en las horas de sol, en aquel mar de cristal azul, viendo allá bajo, a través de fantástica transparencia, las rocas amarillas con sus hierbajos puntiagudos como ramos de coral verde, las conchas de color rosa, las estrellas de nácar, las flores luminosas de pétalos carnosos estremeciéndose al ser rozados por el vientre de plata de los peces; y ahora estaba en un mar de tinta, perdido en la oscuridad, agobiado por sus ropas, teniendo bajo sus pies ¡quién sabe cuántos barcos destrozados, cuántos cadáveres descarnados por los peces feroces!
Si habéis visto el mar en la estación de los equinoccios, cuando las olas amarillas suben hasta lo más alto de la escollera y los guijarros se entrechocan con estrépito sobre la orilla, cuando el viento aúlla en el cielo negro y el oleaje abate los restos informes de los naufragios, volvedle a ver en verano; no le reconoceréis.
Una luz clara esparcía sus rayos, y las avenidas hormigueaban de niños alegres, primavera de carne en aquella estación atrasada. Las hojas secas cubrían de manchas amarillas y oscuras la arena de los caminos.
La noche cerraba, y bajo los sauces el frío y la obscuridad aumentaban; sobre la superficie del río, brillaban, desparramadas, lucecitas amarillas, a lo lejos, que se movían, como fuegos fatuos. En el cielo, ni una estrella; los ecos del paseo se habían acallado... Quilito sacó el revólver.
Palabra del Dia
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