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Fuentes, animado por aquellas risas, se desbordaba en paradojas, en frases ingeniosas y sutiles, cayendo a ojos vistas en el amaneramiento. Le pasaba lo que a los grandes actores demasiado aplaudidos. No sabía contenerse a tiempo y entraba al fin en el terreno de la extravagancia. De aquí a lo insulso no hay más que un paso, y Fuentes lo daba con frecuencia.

Y como esto rara vez se consigue, resultan los diálogos llenos de amaneramiento, de falsedad y de disonancia.

Las conocía por el aire de suficiencia que respiraban, por la majestad, que como un perfume se exhalaba de sus personas, y por el amaneramiento de todos sus gestos y ademanes.

La estrechez relativa en que vivía la numerosa familia de Arnaiz, no le permitía variar sus galas; pero sabía triunfar del amaneramiento con el arte, y cualquier perifollo anunciaba en ella una mujer que, si lo quería, estaba llamada a ser elegantísima. Luego veremos.

En cuanto al lenguaje, las composiciones correspondientes á este período están llenas, muy particularmente, de metáforas abundantes y de palabras vacías de sentido, de comparaciones rebuscadas é hiperbólicas, de antítesis y de pensamientos sutiles, de falso énfasis y de giros gongorinos, en una palabra, de todo el amaneramiento del estilo culto.

Calderón, al contrario, lleva á su apogeo á este estilo absurdo; junta las sutilezas metafísicas y los alambicamientos más afectados, que, en las poesías de los antiguos cancioneros, apenas dejan lugar á la expresión de los sentimientos naturales, con los pensamientos rebuscados, la redundancia de imágenes y el afán de las antítesis de los marinistas, añadiendo, además, á esto la hinchazón altisonante y el amaneramiento del estilo culto.

Posible es que entonces todo lo que hoy se tiene por sutileza, novedad y profundidad, parezca falso relumbrón y pesado amaneramiento.

Pero si la afectación ó el amaneramiento es su origen, y si contraría ó no al estilo más puro de la poesía, sobre lo cual no puede haber duda, aunque esto disminuya la extrema admiración que se profesa á este poeta, siempre resulta que es un defecto suyo, no eximiéndolo de él la afirmación de que esa manera de hablar era la de la sociedad de buen tono de su tiempo y peculiar de la poesía castellana, desde una época anterior, puesto que, al decir que Calderón ha incurrido en las mismas faltas de sus contemporáneos, no se refuta nuestro aserto, no siendo tampoco verdad que esas mismas faltas hayan sido generales y dominantes en España antes.

vii Apretaba el calor, y las escenas que he descrito se repetían, reproduciéndose con ese amaneramiento que suele tomar la vida humana en ciertos periodos, cual fatigado artista que descuida la renovación de la forma.

Este amaneramiento de Calderón se extiende á cuanto puede hablarse, y se manifiesta en el lugar que ocupan las partes de la oración, en el enlace de sus períodos y en el diálogo, oponiéndose á todo, hasta á la naturalidad poética, y no habiéndose oído hasta entonces en el teatro español.