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Actualizado: 15 de octubre de 2025
Envolvió las cuartillas lentamente, las metió en el bolsillo y acercando la boca al oído de Tristán y haciendo una serie prodigiosa de muecas pronunció estas palabras memorables: Este artículo saldrá en el correo de esta noche, y pasado mañana o a todo más el sábado se publicará en El Clamor de Alicante. El sábado, pues, ya podrás caminar por la calle con la cabeza bien levantada.
Téngase presente que todo es relativo, y que al decir largo, no se vaya á creer hablamos de un viaje de Santoña á San Sebastián, ni de Valencia á Marsella, ni aun de Alicante á la Habana, sino de Cádiz á Manila, por supuesto por el Cabo de Buena Esperanza, en barco de vela y con 80 ó 100 pasajeros entre mujeres, hombres y chicos, nacidos ó por nacer, pues rara es la barcada que hace su viaje por el Cabo que no aumenta el personal del rol.
Y no se concedió el hospital a Orihuela. »Permanecí en la Diputación de Alicante desde el año 1871 hasta el 1876, en que me trasladé a Madrid.
En la madrugada habíamos salido de Orán, y a mediodía, estando a la altura de Cartagena, vimos en el horizonte una nubecilla negra, y al poco rato un vapor que todos conocimos. Mejor hubiéramos visto asomar una tormenta. Era el cañonero de Alicante. Soplaba buen viento. Íbamos en popa, con toda la gran vela de frente y el foque tendido.
Desde el fusilamiento de los sesenta compañeros de Manzanares y los veinticuatro de Alicante, el 8 de Mayo, hasta el de los sargentos del 22 de Junio, no ha pasado año sin alguna brutalidad semejante: exceptuando a los Zurbanos, y la muerte de Mariana de Pineda, para quien fue preciso hacer un garrote nuevo, porque tenía el cuello muy delgadito...
Tomé el ferrocarril de Alicante; pasó el tren por Aranjuez, Castillejo y Villasequilla, y á 100 kilómetros de Madrid descendí del wagon, en Tembleque, para tomar asiento en la diligencia que debia conducirme á Granada, atravesando los Montes de Toledo y la Sierra-Morena, y pasando por Jaen.
Si se quisiera tener una idea comparativa y completa de la revolucion social que han producido en Europa los ferrocarriles, nada tan adecuado para formarse una profunda conviccion como un viaje de París á Madrid, por la via de Lyon, Marsella y Alicante, ó un paseó por en medio de las ásperas montañas de la Suiza, á orillas de sus lagos encantadores.
En la madrugada habíamos salido de Orán, y á mediodía, estando á la altura de Cartagena, vimos en el horizonte una nubecilla negra, y al poco rato un vapor que todos conocimos. Era el cañonero de Alicante. Soplaba buen viento. Íbamos en popa con toda la gran vela de frente y el foque tendido. Pero con estas invenciones de los hombres, la vela ya no es nada, y el buen marinero aun vale menos.
El ferrocarril de Valencia surca el valle hácia el sur, cortará la serranía por el abra ó "puerto" de Almanza, y se ligará en la villa de este nombre con el ferrocarril que enlaza á Madrid con Alicante. El tránsito por la via férrea desde Valencia hasta adelante de Alcudia, donde terminaba la seccion en servicio, tiene no sé qué de fabuloso, que hace recordar los cuentos de las Mil y una noches.
Una prueba muy perentoria de lo que hace allí el interes individual y social sin trabas, la han dado los bilbaínos hace poco tiempo. Santander emprendió su ferrocarril, que debia darle la ventaja sobre Bilbao, en cuanto al comercio, exterior; al mismo tiempo que esta plaza se veia amenazada de decadencia, por haberla reemplazado Alicante, casi totalmente, en la famosa pesca de bacalao.
Palabra del Dia
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