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Actualizado: 24 de junio de 2025
Les dijo, por medio de uno de sus monteros, que podían ir andando, pues no tardaría en alcanzarlos. La mañana estaba nublada y fresca. El toldo de nubes que cerraba herméticamente el horizonte no era, sin embargo, muy espeso: la luz pasaba por él sin trabajo. Del lado del Oriente se percibía la redonda masa inflamada del sol, prisionero entre cendales plomizos.
Para desvanecer esta equivocacion, basta observar que los objetos que se ofrecen á nuestro espíritu son de órdenes muy diferentes, que los medios de que disponemos para alcanzarlos nada tienen de parecido, que las relaciones que con nosotros los unen son desemejantes, y que en fin la experiencia está enseñando todos los dias que un hombre dedicado á dos clases de estudios resulta sobresaliente en la una, y quizas muy mediano en la otra; que en aquella piensa con admirable penetracion y discernimiento, miéntras en esta no se eleva sobre miserables vulgaridades.
Luego que lo advirtieron los PP. Joaquín de Yegros y Lorenzo Fanlo montaron á caballo en su seguimiento, y fueron á alcanzarlos por unos cerros hacia Salta; mas siendo mucha la espesura de los bosques, y fragosidad de las sierras, se desmontaron, y á pie los siguieron, con increíble fatiga, porque no huían por vía recta, sino oblícua siempre, porque decían que así no les podría seguir la peste, cansada de los matorrales y revueltas.
Cambiáronse los gritos de los que miraban, cuyas voces sirvieron de aliento a sus bogadores, que, embebidos en el gusto de verse mejorados, les parecía que, si los que quedaban atrás entonces les llevaran la misma ventaja, no dudaran de alcanzarlos ni de ganar el premio, como lo ganaron, más por ventura que por ligereza. En fin: la Buena Fortuna fué la que la tuvo buena entonces.
Sentado Fray Miguel y en silencio, el Padre Ambrosio habló de esta suerte: Hermano, mi vista, que penetra y escudriña los corazones, ha penetrado en el tuyo y ha visto que está lleno de ambición, de codicia, de sed de deleites, honores y poder, y de desesperación, porque en tu mocedad no pudiste alcanzarlos, y hoy, abrumado por la vejez, no te queda ni la más leve esperanza.
Palabra del Dia
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