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Actualizado: 24 de julio de 2025
He aquí cómo refiere la pérdida de La Santa María ocurrida en la noche del 25 de Diciembre: «Quiso nuestro Señor que á las doce horas de la noche, como habían visto acostar y reposar el Almirante y vian que era calma muerta, y la mar como en una escudilla, que todos se acostaron á dormir, y quedó el gobernalle en la mano de aquel muchacho, y las aguas que corrían llevaron la «nao» sobre uno de aquellos bancos.
Lleváronle a su casa en coche, creyendo que un reposo absoluto le restablecería; frotáronle todo el cuerpo con árnica, le acostaron, se fueron... Pero el maldito, según les dijo después la patrona, no bien se quedó solo, vistiose precipitadamente, y echándose a la calle se fue a casa de Boto, y allí estuvo hasta muy tarde, metiéndose con todo el mundo, y provocando con destempladas insolencias a los pacíficos parroquianos.
De haber podido romper la cuerda que sujetaba la lancha se hubieran ido a la tierra del moro, porque Germán sabía el camino por el mar; ella hubiera buscado a su papá y él hubiera matado muchos moros; pero la cuerda era muy fuerte. No pudieron romperla y se acostaron para contarse cuentos de dormir. Lo mismo había referido Germán al barquero, pero no se creyó la historia.
El señor Centeno, después de recrear su espíritu en las borrosas columnas del Diario, y la Señana, después de gustar el más embriagador deleite sopesando lo contenido en el calcetín, se acostaron. Habían marchado también los hijos a reposar sobre sus respectivos colchones.
De todos modos, no pudo menos de sentir el corazón apretado. Cuando se retiraron a su cuarto nada dijo de esta sospecha a su esposa. Se acostaron en silencio y fuertemente preocupados. La vida de la familia siguió el mismo curso metódico y apacible. No había pasado nada. Mario, a las horas de oficina, se iba de paseo solo o con su mujer. Por las noches continuaban asistiendo al café.
Las bestias estaban más extenuadas aún que los hombres. Al verse acosados con poca tenacidad, los que se retiraban, cayéndose de fatiga, se tendieron y excavaron la tierra, creándose un refugio. Los franceses también se acostaron, arañando el suelo para no perder lo recuperado... Y empezó de este modo la guerra de trincheras.
Palabra del Dia
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