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Dejemos pues á la naturaleza sus secretos: no limitemos la omnipotencia, afirmando que el órden del mundo es intrínsecamente necesario de tal manera, que las relaciones actuales no se pueden alterar sin contradiccion; y cuando se nos pregunte sobre la posibilidad de un nuevo órden de relaciones entre los seres que apellidamos cuerpos, no resolvamos ligeramente la cuestion, tomando por único tipo de todo lo posible, el flaco alcance de nuestras facultades. ¿Qué pensaríamos del ciego que se riese de los que ven, al oirlos hablar sobre las relaciones de los objetos en cuanto vistos.

La sola razon no es capaz de resolver semejantes cuestiones. ¡Y qué sabemos nosotros, pobres gusanos que nos arrastramos un momento sobre ese pequeño monton de polvo, que apellidamos globo de la tierra! La union que nosotros hacemos de la idea de número con la de negacion absoluta de límite, ¿entraña alguna contradiccion que impida la realizacion del concepto?

Pero ya hemos observado tambien, que á mas de esta relacion, habia la negacion de estar inherente á otro ser, como las modificaciones lo están á ella; cuya negacion supone una perfeccion que exime de la necesidad de inherencia á que están sometidos los seres endebles y transitorios que apellidamos accidentes ó modificaciones.

Como en el mundo se nos presentan algunos puntos inmóviles, con respecto á los cuales concebimos las direcciones, se engendra en nuestro ánimo la idea de fijeza de dichos puntos, y con relacion á ellos, y por causa de ellos, nos imaginamos la fijeza, la inmovilidad, como una de las propiedades que distinguen á ese receptáculo ideal que apellidamos espacio.

Esto confirma lo que hemos indicado mas arriba de que no conviene figurarse todas las ideas como una especie de tipos semejantes á las cosas; y que muchas veces no podemos dar explicacion ninguna de esos fenómenos internos que apellidamos ideas, sin embargo de que con ellos conocemos y explicamos los objetos.

Ella dice que se hizo la transicion de la sociedad vieja á la nueva, del modo que estaba pronosticado en el libro misterioso; que llegada la plenitud de los tiempos, apareció sobre la tierra un Hombre-Dios, quien fué á la vez el cumplimiento de la ley antigua, y el autor de la nueva; que todo lo antiguo era una sombra y figura, que este Hombre-Dios fué la realidad; que él fundó la sociedad que apellidamos Iglesia católica, le prometió su asistencia hasta la consumacion de los siglos, selló su doctrina con su sangre, resucitó al tercer dia de su crucifixion y muerte, subió á los cielos, envió al Espíritu santo, y que al fin del mundo ha de venir á juzgar á los vivos y á los muertos.

Basta leer la Comedieta de Ponza para deducir que no se destinó á la representación, aunque por su fondo y por su forma dialogada se acerque mucho á lo que apellidamos drama.

¡Qué conciencia mas viva no tenemos de esa inmensa muchedumbre de afecciones que apellidamos sentimientos! y sin embargo ¿qué es el sentimiento?

Inferimos pues que bajo aquella variedad hay algo constante; que bajo aquella multiplicidad hay algo uno; que bajo aquella sucesion de ser y no ser, hay algo permanente; y á esto constante, uno, permanente, á esto en que se verifican aquellas mudanzas, á esto que es el recipiente de ellas, que es el punto que las enlaza fuera de nosotros, y que nos proporciona á nosotros el concebirlas enlazadas, á esto lo apellidamos substancia.

Y además; ¿por qué ha de ser cabalmente ese flúido que apellidamos luz, el que nos cause esta impresion? ¿Qué repugnancia se descubre en que la misma sensacion de ver dimane de otras afecciones cerebrales?