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Además, se le volvía cada vez más fácil abrir su corazón a Dolly Winthrop; así fue que le comunicó poco a poco a aquella nueva amiga todo lo que podía contar de su juventud.

Aquella noche, entre las ocho y las nueve, Eppie y Silas estaban sentados solos en su choza. Después de la gran sobreexcitación causada al tejedor por los sucesos de la tarde, había deseado vivamente aquella tranquilidad y hasta les había rogado a la señora Winthrop y a Aarón, que se habían quedado allí, naturalmente, cuando todos se marcharon, que lo dejaran solo con su hija.

He estado velando á un moribundo, respondió Ester, he estado junto al lecho de muerte del Gobernador Winthrop, he tomado las medidas para su traje, y ahora me dirijo á mi habitación. Sube aquí, Ester; ven tu con Perlita, dijo el Reverendo Sr. Dimmesdale. Ambas habéis estado aquí antes de ahora, pero yo no me hallaba á vuestro lado. Subid aquí una vez más, y los tres estaremos juntos.

Los dos tenéis razón y los dos estáis equivocados; eso es lo que sostengo siempre. Yo opino como el señor Macey que hay dos opiniones, y si me pidieran la mía, yo diría que él y Winthrop los dos tienen razón. Tookey tiene razón y Winthrop también; no tienen más que cortar la pera en dos para estar de acuerdo.

No cabe duda dijo Dolly casi con contrición que es más fácil decir estas cosas que hacerlas, y casi me da vergüenza hablar de ellas. No, no, señora Winthrop dijo Silas , tenéis razón. Existe algún bien en este mundo, ahora lo comprendo; y esto nos convence de que hay más del que podemos pretender, a pesar de los disgustos y la maldad.

Era la señora Winthrop, la mujer del carretero. Los habitantes de Raveloe no iban a los oficios con regularidad escrupulosa.

Su aprensión creció mucho cuando, al llegar a las canteras, él y su madre oyeron el ruido misterioso del telar. ¡Ah! ¡Era como yo lo pensaba! dijo tristemente la señora de Winthrop.

Al aproximarse el cortejo nupcial una aclamación cordial se elevó en el patio de la taberna, y Ben Winthrop, cuyas bromas habían conservado su sabor agradable, opinó que era conveniente entrar para recibir las felicitaciones. No sentía la necesidad de entrar a descansar un momento en las Canteras, como le habían propuesto, antes de reunirse a los invitados.