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Pasó la noche sin suceso alguno notable; Bringas harto inquieto, con agudísimo dolor cefalálgico y en los ojos, Rosalía en vela, compartiendo su cuidado y vigilancia entre el marido ciego y la niña epiléptica, que fue acometida de pesadillas más alarmantes que las de ordinario, pues las escenas de aquella tarde la excitaron vivísimamente.

El ciego irguió su cuello repentina y vivísimamente, y extendiendo sus manos hasta tocar el cuerpecillo de su amiga, exclamó con afán: Dime, Nela, ¿y cómo eres ? La Nela no dijo nada. Había recibido una puñalada. Más tonterías Habían descansado. Siguieron adelante, hasta llegar a la entrada del bosque que hay más allá de Saldeoro.

Las anécdotas de la corte de España, principalmente aquéllas amorosas en que hacía papel el Rey D. Felipe, tenido por austero personaje, y tan sólo visto por el lado de la política, interesaban vivísimamente al auditorio, pendiente de la narración del ex-Secretario, no lerdo para presentar en semejantes pláticas á Nabucodonosor ó á la bestia salvaje, antes siguiendo el plan de las Relaciones de nombrarle en público su amo, que no era óbice á las confidencias de interioridad, ejemplo aquélla de que nunca olió ni conoció diferencia de olores .

Dejó doña Clara la pluma y luego la mesa, y fué á sentarse junto al brasero entre su marido y Quevedo. ¡Vive Dios! exclamó Quevedo , que estoy viendo en vos una experiencia, doña Clara. ¡Una experiencia! ¡ pardiez! los ojos y la razón engañan. Explicáos. ¡Si sois más doncella hoy que ayer! dijo Quevedo mirando de una manera profunda á doña Clara. Púsose la joven vivísimamente encendida.