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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Dormía el moro en las casas de Ulpiano, y el día se lo pasaba rezando de firme, y tocando en un guitarrillo de dos cuerdas que de Madrid había traído, todo ello sin moverse de un apartado muladar, que cae debajo de la estación de las Pulgas, por la parte que mira hacia la puente segoviana.
D. Manuel de Andres de Pinedo y Arroyo, vecino y de este comercio; el Sr. D. Manuel Luzuriaga, de este vecindario; el Sr. D. Martin José de Ochoteco, Capitan graduado del ejército; el Sr. D. Ulpiano Barrera; el Sr. D. Antonio Ortiz de Alcalde; el Sr. D. Juan Canaveris; el Sr. D. Hilario Ramos, el Sr. D. Justo Pastor Linch, Contador de la Real Aduana, y actualmente su Administrador interino; el Sr.
Don Ulpiano en vez de atarle corto por otros medios y a pesar de no tener más que aquel hijo, le largó a Londres empleado en una casa de banca, con un sueldo mezquino y encargo de que le tuvieran bien sujeto... Al quedar yo huérfana, don Ulpiano en vez de llevarme a su casa, me confió a una hermana de mi padre que hasta entonces había vivido sola, con una pequeña viudedad que tenía y con lo que papá de cuando en cuando le daba.
Cuando le conocí todo Madrid le llamaba Pepe García, o el vizconde de Manjirón. ¿Cómo podía yo suponer que fuese el hijo de don Ulpiano? Desde que lo supe se me hizo aborrecible. Me parecía que su riqueza, el lujo que me daba, sus regaños sin cariño y sus caricias sin ternura, todo era un sarcasmo continuo, una mofa brutal y despiadada de la suerte.
D. Martin José de Ochoteco, se dijo: Que conociendo el génio de los habitantes de las provincias interiores, y á efecto de evitar la separacion de ellas de esta capital y otros desastres lastimosos, en su parecer siga el Exmo. Sr. Virey, acompañado del Alcalde de primer voto, y del Sr. Dr. D. Julian de Leiva. Por el Sr. D. Ulpiano Barreda, se dijo: Que se conforma con el voto del Sr.
Para que pueda Vd. darse cuenta de la condición de aquel tío, de don Ulpiano, bastará un rasgo. Tenía un hijo único, muy jovencito, de no mucho entendimiento, que por culpa de malas compañías, de tacañería, descuido y desamor de su padre comenzó a malearse; contrajo deudas y firmó un pagaré de cuatro mil reales.
No quiero confesarme con Vd. de... cómo... de lo que me pasó... en fin, de cómo conocí a mí primer amante. Si llego a caer con un hombre bueno... le aseguro a usted que aquel hubiera sido el único. Al cabo de dos años, supe que don Ulpiano andaba otra vez por Madrid gastando mucho y viviendo a lo grande, pero sin meterse en negocios ni tener fortuna conocida.
Palabra del Dia
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