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Actualizado: 7 de junio de 2025
Por un privilegio, de que gozaban muy pocos, a Bonifacio le consentía el empresario permanecer entre bastidores durante la función. Solía colocarse el buen flautista muy oportunamente, pero como al descuido, en las entradas y salidas por donde él sabía, gracias a los ensayos y al traspunte, que tenía que pasar la tiple.
Además sabía arrojar piedras a la escena de modo que produjesen mucho ruido y no hiciesen daño a nadie: algunas veces hizo también escuchar su voz desde las cajas o desde el sótano en calidad de fantasma. En fin, más que traspunte debía considerarse a Antoñico como un actor eminente aunque invisible.
No hay más que pensar en que tenía bajo su inmediata inspección a varias actrices secundarias, o sean racionistas, y que aun las principales veíanse obligadas a estar con él en una relación constante. De donde resultaban a menudo algunos disgustillos y desórdenes que se hubieran evitado si nuestro traspunte tuviese un temperamento menos inflamable.
Parece muy satisfecha con escuchar solamente, girando sin cesar sus ojos serenos de uno a otro interlocutor y sonriendo a menudo cuando se dirigen a ella. Al llegar a cierto punto, se oye la voz del traspunte. Señorita Clotilde, cuando V. guste... Vamos allá dice levantándose.
Una noche en que el traspunte se sentía, por el ayuno forzoso de muchos días, más enamorado que otras veces, dijo algunas palabras rápidamente al oído de María y se perdió entre los bastidores.
De repente se asomó el traspunte a la puerta del cuarto y, sin detenerse, dijo: Voy a empezar. Don Juan se despidió de Cristeta prendado hasta donde él se podía prendar de una mujer. Aquella noche no pasó más.
Antoñico era una chispa, al decir de cuantos andaban entre bastidores; no se había conocido traspunte como él desde hacía muchos años: era necesario remontarse a los tiempos de Máiquez y Rita Luna, como hacía frecuentemente un caballero gordo que iba todas las noches de tertulia al saloncillo, para hallar precedente de tal inteligencia y actividad.
Cuando estaban a la mitad de la altura, el tramoyista volvió la cabeza, y sus ojos se encontraron con los del traspunte. ¿Qué había de particular en aquella mirada? ¿Por qué empalidece el rostro de Antoñico? ¿Por qué se le doblan las piernas? Vacila un instante entre seguir o retroceder: la barretina colorada se detiene y se agita presa de mortal incertidumbre.
Palabra del Dia
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