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Actualizado: 25 de junio de 2025
Pero nada más. Sin embargo, el Rector del Seminario, hombre excesivamente timorato, según frase de la marquesa de Vegallana, no pasaba por aquellas mescolanzas de curas y mujeres paseando todos revueltos, en un recinto que no tenía un tiro de piedra de largo, y que tendría cinco varas escasas de ancho.
Hay quien dice que el dinero bilbaíno es más valiente que el dinero de otras ciudades españolas. Yo no creo gran cosa en la antropología del dinero. En un caso particular, el dinero puede ser más o menos audaz o más o menos timorato; pero, colectivamente, no hay calidades en el dinero: no hay más que cantidad. El dinero de un pueblo no es cobarde ni es valiente, sino que es poco o mucho.
Déjemelo usted, don Julián... suplicó ella . ¡Qué guapo!, ¡qué pelo!, ¡qué ojos! ¿De quién es esta criatura? Nunca el timorato capellán sintió tantas ganas de mentir. No atinó, sin embargo. Creo... tartamudeó atragantándose , creo que... de Sabel, la que guisa estos días. ¿De la criada? Pero.... ¿está casada esa chica? Creció la turbación de Julián.
Un comerciante, liberal y nada timorato, tenía depositados en la puerta de aquel centro de recreo un par de zapatos viejos. Llegaba al Casino, calzaba los zapatos de suela rota y subía a probar fortuna. Juraba que jamás llevando botas nuevas le había favorecido la suerte. Venía a ser un jugador de la orden de los descalzos. Entre su fe y cierta maliciosa experiencia le daban ganancias seguras.
Corria el año 1286, y era obispo en Córdoba el mismo D. Pascual antes nombrado. «En este tiempo, refiere un timorato cronista, sucedió en la iglesia catedral el prodigio siguiente: Acudian muchedumbre de golondrinas á hacer sus nidos en la santa iglesia, y con sus molestos cantos perturbaban á los ministros de Jesucristo, al tiempo que se celebraban los oficios divinos.
Palabra del Dia
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