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Actualizado: 12 de octubre de 2025


Y aquel mismo día, antes de que el sol rayase en lo más alto del cielo, no largo Oceano navegavam, As inquietas ondas apartando: Os ventos brandamente respiravam, Das naos as velas concavas inchando. Donna Olimpia y Teletusa no se mareaban. Se hallaban en el mar como nacidas: como si fuesen nereidas y no mujeres.

No hubo en ello la menor culpa mía. Toda la culpa fue de la vieja Claudia, mi criada. Sin encomendarse más que a su propia codicia, y creyendo que podía disponer a su antojo de Teletusa y de , cuando menos lo recelábamos, cuando ni sabíamos que estuviesen en Cintra los señores Carvallo y Acevedo, los introdujo aquí a ambos furtivamente.

A este fin, enviaron por delante, para que lo tuviesen todo dispuesto y los aguardasen nada menos que a donna Olimpia de Belfiore y a su compañera Teletusa. Ambas, se comprometieron con gusto y fueron a esta excursión. Donna Olimpia era muy singular mujer por todos estilos.

A bordo toda la tripulación estaba encantada de la bondadosa amenidad de donna Olimpia y más aún del regocijo de Teletusa, de sus danzas y cantares y hasta de sus frutas de sartén, hechas a veces con tal abundancia que había para que todos comieran.

Todos formaban corro en torno de ella. Tiburcio tocaba la vihuela o la flauta, y Teletusa, repiqueteando las castañuelas bailaba como una sílfide. Teletusa era asimismo egregia cantora, no indigna del siglo y de la patria en que la música estaba tan floreciente, merced a Bartolomé Ramos de Pareja, a Pedro Ciruelo, a Juan Anchieta, a Juan de la Encina y a otros insignes compositores y maestros.

Durante tan larga navegación el tiempo pasó muy agradablemente para Morsamor y Tiburcio, merced a la precaución o a la buena suerte que habían tenido de embarcar con ellos a donna Olimpia y a Teletusa.

La cabeza de jabalí casi desapareció. Los dos enormes jarros quedaron vacíos. A las risas, a los brincos y a los cantares, con que se animó la cena, sucedió profundo silencio. Tiburcio y Teletusa se fueron por un lado. Asmodeo y Belcebú, por otro.

Estas manos, que se ha de comer la tierra, lo han condimentado todo. Estoy orgullosa de mi habilidad culinaria. Ha sido mi tarea del día de hoy. Bien puedes decir como Tito interpuso donna Olimpia que no has perdido tu día. ¿Lo oyes, Tiburcio? Llámame tu Tita que es más breve y más dulce que tu Teletusa. Y diciendo esto, puso sobre la mesa el plato con la cabeza de jabalí.

Entre tanto, quede yo en tu memoria tan gentil y enamorada, como en la mía quedas, y ten por cierto que nunca dejará de amarte tu Teletusa». Leída esta carta, Tiburcio entregó a Morsamor otra que donna Olimpia había dejado escrita para él.

Palabra del Dia

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