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Actualizado: 19 de junio de 2025
Viendo que era el juez de paz quien le hablaba, se apresuró a disculparse y a preguntarle, con voz cortante, casi con fastidio: No veo cómo pueden las malas lenguas decir que yo esté enamorado, señor juez... ¿De quién?... No podría ser sino de alguna de las señoritas de Itualde, puesto que ellas son las únicas personas que le interesan a usted en Tandil...
La prueba de su riqueza era el espléndido regalo que enviara últimamente a su novia... La bombonera que mencionó don Mariano Vázquez se había convertido, para aquellas imaginaciones meridionales, en un cofre artístico lleno de piedras preciosas; perlas, diamantes, rubíes, zafiros... ¿Quién podía hacer semejantes obsequios en el Tandil?... ¡Esas mujeres! ¡Bien las conocería Mefistófeles cuando aconsejó a Fausto que regalara aquellas magníficas joyas a la pequeña y modesta Margarita!
Adolfo insistió, rebatiendo tan débiles argumentos... Y se hubiera llevado a la niña a Buenos-Aires, malgrado, buen grado, a no apoyarla Laura en su negativa... Es que los ojos maternales de Laura habían comprendido esa negativa. Coca quería quedarse en el Tandil porque le interesaba Vázquez. ¡Eso era todo!
Lo son igualmente las sierras del Volcan, Tandil, la Ventana y Guaminí.
También las bellas artes contribuyeron a la terrible lucha de ideas que tenía por teatro el pueblo del Tandil. Representábasele en ellas de puerco, de serpiente, de «clown», y hasta de «mascarita», es decir, ¡poniéndose por careta la noble imagen de Dreyfus!... El «maestro» Thigi, director de la única banda de música que había en el pueblo, era compositor y perecista.
Jacinto repuso mansamente: Coca Itualde, la hermana menor de la familia, la más deliciosa criatura del Tandil... ¡Es inútil que usted lo niegue!... ¡Si todo el Tandil lo sabe!
Palabra del Dia
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