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Actualizado: 19 de junio de 2025
Hija mía, dijo Clementina sentándose cerca de la ventana; ayer hizo una semana que estamos aquí ... Sabes que el día siguiente mismo de nuestra llegada escribí á tu marido para rogarle que viniese á reunirse con nosotras ... ¿Cómo es que no ha venido, ni ha dado siquiera noticias suyas? Pero, tía mía, dijo claramente Herminia, si nosotras no hubiéramos partido, no hubiera sucedido todo esto....
Su voz se hacía angustiosa; María Teresa, entristecida de verlo forzado a darle estas penosas felicitaciones, en un impulso de piedad le tomó la mano que apoyaba en el respaldo de un sillón, y reteniéndola entre las suyas, pronunció con una entonación de ternura que la sorprendió a ella misma: Gracias, Juan.
Por esta razón debemos mirar á Los amantes de Artieda como á una de las obras más notables de la literatura dramática española de esta época, deplorando al mismo tiempo la sensible pérdida de las demás obras suyas.
Quería volver a España, de la que tanto se había burlado, y que ahora, a pesar de su atraso secular, le parecía interesante. Pensaba en sus hermanos, que seguían agarrados como plantas a los sillares de la catedral, sin enterarse de lo que ocurría en el mundo, sin buscar noticias suyas, como si lo hubieran olvidado.
Por lo demás, querido Andrés, te confieso que trae muchas ventajas el no hablar, y no quiero citarte para convencerte, entre otros ejemplos, sino el pícaro resultado y la larga cola, que más bien parece maza que cola, que nos han traído aquellas palabras que se hablaron en los principios del mundo, esto es, las que dijo a Eva la serpiente acerca del asunto de la manzana: trance primero en que empezó ya a hacer la lengua de las suyas, y a dar a conocer para qué había de servir en el mundo.
Los jóvenes ya los veía allí: creyéndose felices con una copa y sin más pensamiento que hacer suyas a las compañeras de trabajo. No había más que fijarse en la frialdad con que habían presenciado la llegada de Salvatierra.
»El pobre chico sollozaba; y para ocultar los verdaderos motivos, echaba a Luz la culpa de todo. Luz se sonreía más entonces. Cogiole una mano entre las suyas, y le dijo, con un timbre de voz que era un cántico melodioso: » No me pesa que me llores, y llórame también cuando suceda, pero llórame porque me envidies, no porque me compadezcas.
El ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retóricas, aunque con más breves palabras, respondió a las suyas, y, sin pedirle la costa de la posada, le dejó ir a la buen hora. Capítulo IV. De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta
Pues sí, naturalmente, desde hace dos días te esperábamos por momentos; es decir que comenzábamos a creer... Había encerrado mi mano en las suyas y trataba de verme la cara. En su actitud había una mezcla particular de cordialidad y de embarazo: parecía que trataba en vano de encontrar en mí a su antigua amiga, su antigua confidente. ¿Cómo está Marta? pregunté.
Al fin llegó a declararme que para pisar firme no tendría más remedio que apechugar con un par de almadreñas como las suyas; que lo de mi ropa, «podía pasar», y que, en cuanto al armamento, «ya se vería». ¡Vaya si tenía camándulas el mozallón!
Palabra del Dia
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