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Actualizado: 17 de mayo de 2025


No por mil francos, no por un millon de francos, consentirian los ingleses que pasara á manos de extranjeros un baston de cualquiera de sus personajes históricos. Si yo no codiciara en este mundo otra cosa que un talego de oro, me consideraria feliz poseyendo un baston de Cromwel, de Milton, Shakspeare, de cualquier Richelieu inglés, ora político ó literario.

Era la una, en efecto, rubia y pálida con largos bucles a la inglesa, ojos de cielo y cuello de cisne; un tipo, en fin, que traía a la memoria a aquellas delicadas y vaporosas vírgenes osiánicas prestas a deslizarse sobre las nieblas que coronan las cimas de las áridas montañas escocesas o a esfumarse entre las brumas que invaden las llanuras británicas; una de esas visiones que tienen a un tiempo naturaleza de mujer y de hada, sólo vislumbradas por el genio de Shakspeare, que logró transportarlas del mundo de la fantasía al de la realidad; portentosas creaciones que nadie había alcanzado adivinar antes que él, que nadie ha repetido después, y a las que él puso los dulces nombres de Cordelia, Ofelia o Miranda.

Taine asegura que la literatura española feneció a mediados del siglo XVII. Considerada, pues, nuestra literatura como una literatura muerta, y nuestra civilización como una civilización pasada, es de esperar que los eruditos, arqueólogos y humanistas, nos desentierren o nos acaben de desenterrar, para hacernos justicia, y que, ya que no vivan nuestros poetas como Shakspeare, ni unos héroes como otros, sean Lope y Calderon, como Esquilo y Sofocles, y valgan y vivan sus personajes, como Prometeo y Edipo y otros anticuados personajes del teatro griego.

La verdad es que no hay en nuestro gran teatro español otros personajes que vivan como aquellos. ¿Fue mengua de nuestros poetas o de la fortuna? Shakspeare escribió para un pueblo que empezaba a ser grande, que iba a extender su imperio, a mejorar su civilización castiza y propia, a difundirla y a hacerla valer por todas las regiones del mundo.

Ni Cervantes, ni Shakspeare, ni Molière han necesitado tanta página larga y nutrida para hacernos ver un carácter, para presentárnoslo vivo y grabarlo profundamente en nuestra memoria.

Shakspeare, dice Emerson, es en historia natural una producción del globo que anuncia nuevas mejoras; alguna casta nueva, con relación a la cual seamos los hombres de las demás castas lo que el mono es con relación al hombre.

En tercer lugar, por último, y como tercer consuelo, me parece que más bien acudo en favor del traductor asegurando a los lectores que Shakspeare no es impecable, que no presentándole como el limpísimo dechado, donde, sin lunar ni falta, resplandecen todas las bellezas poéticas, o como la joya soberana donde se han acumulado a manos llenas, sin mezcla de falsa pedrería ni de metales de baja ley, las perlas, los diamantes y el oro puro de la más acrisolada inspiración.

En primer lugar me remito a Emerson y a Víctor Hugo para el que busque elogios. Añadir es casi imposible. Declaro con sinceridad que en España no creo que hay en el día más que un hombre que, si se pone a encomiar a Shakspeare, acierte a decir algo que supere a Víctor Hugo y a Emerson en epinicios agigantados y en hipérboles sonoras.

Hasta que llegó el siglo XIX, exclaman sus más fervientes admiradores, hasta que llegó este siglo, cuyo genio es Hamlet viviente, no pudo haber lectores que entendiesen la tragedia de Hamlet. Ahora la literatura, la filosofía y el pensamiento todo, son Shakspeare. Su espíritu es el horizonte más allá del cual nada vemos, nada descubrimos, aunque nos esforcemos con ansia por columbrar lo venidero.

La generalidad del público conoce ya de fama a muchos de estos héroes, o los conoce por imitaciones o por estampas y pinturas, o por las óperas en que aparecen cantando. Bueno es que los conozca tales como son, en su primitiva fuente, en Shakspeare mismo. La traducción de D. Jaime Clark vale para esto como pocas traducciones.

Palabra del Dia

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