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Actualizado: 13 de julio de 2025
Se hablaba de revolución, de estallido de iras populares, de represalias terribles... ¿por qué? ¿porque Schlingen había quebrado? ¡La revolución que se la clavaran a él en la frente!
A la quiebra de Schlingen, la generatriz del desastroso krac, no le daba importancia: un accidente de la vida bursátil, que nos ha cogido desprevenidos. Schlingen era el favorito, entre los caballos de la carrera, y había dado el fiasco más completo y ridículo; he aquí todo.
En medio de su mala ventura, la idea de que Schlingen, el especulador afortunado, el atrevido acaparador de títulos, el rey de la rueda, en fin, estuviera comprometido en la liquidación, le hizo el efecto de una ducha en la nuca. ¿Era entonces tan seria la catástrofe? ¿No había barreras para el torrente? Si Schlingen caía, ¿quién iba a quedar en pie?
En realidad, estaba más abatido que Jacinto, pues el porrazo sufrido con el desastroso bajón de las vitalicias, como llamaban a las acciones del Banco de Schlingen, le había partido por la mitad, pero era él así, fanfarrón, embustero y más soberbio cuanto más castigado de la suerte.
Vamos, amigo Rocchio, no sea usted malo, que no es tan fiero como quiere hacerse; no es la primera vez que usted me concede plazos, y más largos todavía. Será en junio... ¡piense cómo está el mercado! ¡hasta Schlingen! Rocchio, siempre encrespado, refunfuñaba: Y su alhajita de primo, el joven Vargas, también me dará la castaña... No sé dijo Jacintito, no le he visto. Con que quedamos que en junio.
Palabra del Dia
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