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Actualizado: 26 de mayo de 2025
¡La rueda! ¿Y Mariano, dónde está?». Miraba a todos lados y no veía ser vivo. Pero de pronto apareció un hombre, que salía de la oscuridad andando hacia atrás muy lentamente y con paso tan igual y uniforme como el de una máquina.
Basta citar nominalmente algunos dramas de Mira de Mescua, para convencerse de esta verdad. La rueda de la fortuna es una comedia de ruido y sin ingenio, que refiere la historia de Mauricio, Phocus y Heraclio, pero sin la profundidad que observamos en la de Calderón.
Algunas otras particularidades demuestran también que pertenece á la infancia del arte; pero á pesar de todos sus defectos, puede sostener con ventaja la comparación con las mejores de Lope de Rueda, y ningún crítico sensato podrá disputar su mérito.
Y esas gentes incansables, impasibles en sus fisonomías, indiferentes á todo, bailaban y daban vueltas y vueltas con la mecánica uniformidad de la rueda de una máquina.
Va a huir y con la turbación písase la saya y rueda toda la escalera, derrama la olla y quiebra los platos, y sale dando gritos a la calle diciendo que mataba un oso a un hombre.
Bajando por la impávida eminencia, desde incógnitas fuentes, rueda la gota de agua. En la confluencia donde se unen arroyos y torrentes, con su ritmo triunfal de excelsas notas o de ondas desatadas se entremezclan mil gotas con mil gotas hasta formar ciclópeas cascadas...
No había ido con gusto al trabajo por ser domingo. Nunca iba con gusto, porque él daba a la rueda y su tía cobraba. Pero al fin, con gusto o sin él, allá fue tranquilo, pensando en que por la tarde se divertiría en el Canal o en la Arganzuela. Había estado toda la mañana esperando con mucho anhelo la hora de soltar el trabajo. Contaba los segundos por las vueltas de la odiosa rueda.
Alonso Cisneros, de Toledo, fué un actor que perteneció en su juventud á la compañía de Lope de Rueda, más tarde director de otra compañía suya que gozó de gran renombre hasta principios del siglo XVII. Lope de Vega dice de él en El peregrino en su patria, que, desde la invención de las comedias, no tuvo rival, y así López Pinciano, como Agustín de Rojas, hablan en igual sentido muchas veces.
En esta parte no fué Lope de Rueda tan feliz en las obras más extensas, generalmente escritas también en prosa, pues esforzándose en ellas en usar de un lenguaje más elevado, degenera en hinchado y ampuloso.
No pasaba una señora ni un niña por la calle sin tributar los más afectuosos saludos a la rueda de contertulianos, sentados cómodamente en sillas colocadas en la calle y presididos por el dueño del establecimiento.
Palabra del Dia
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