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Actualizado: 14 de junio de 2025


Hablamos algo más todavía, aunque sin tomar los asuntos tan a pecho como antes; y acabando por donde debía haber empezado, averigué que el médico se llamaba Manuel; que le llamaban «Neluco» desde que tenía uso de razón, lo mismo allí que en su pueblo nativo; que no le quedaba en éste, muerto su padre pocos años hacía, más familia que una hermana, casada con un propietario de las inmediaciones; que si no era médico de su propio lugar, consistía en que al recibir el título de Licenciado en Madrid, estaba vacante la plaza del titular de Tablanca, la cual pretendió y le dieron, no siendo fácil hallar otra más de su gusto que aquélla, a no ser la de Robacío, que estaba entonces y continuaba estando ocupada, y, por último, que tenía veintinueve años y que había empezado a los veinticuatro a ejercer la profesión en Tablanca, donde se hallaba como en su propio lugar, y tan apegado a «sus enfermos» como el pastor a su rebaño.

Para saberlo así, era preciso ver lo que pasaba en otros lugares que no la tenían, como pasaba ya también en Robacío, desgraciadamente.

Tablanca y Robacío eran dos pueblos que se «trataban» mucho; y las familias de Lita y de Neluco, muy amigas desde tiempo inmemorial: hasta había algo de parentesco entre ellas. Lita había pasado, de niña y de moza, buenas temporadas en casa de los Celis; y Neluco, mientras vivió en Robacío, a cada instante se llegaba a Tablanca y casi siempre comía y se hospedaba en casa de don Pedro Nolasco.

Al encontrarse las dos amigas en mitad del carrejo, enzarzáronse en un abrazo, tan íntimo y apretado, que parecía una «engarra»; se comían a besos, y entre beso y beso se decían las mayores atrocidades; llegó Lita con su abuelo, y se repitió la escena, hasta que acabó la de Robacío por fijarse en y rompió a llorar por el difunto, de tan buena gana, que parecía no haber consuelo para ella, mientras su marido, que ya me había saludado, hacía sus correspondientes pucheros, y se enjugaban los ojos con los delantales Lita y su madre, que eran de suyo muy tiernas de corazón y pegajosas de las lágrimas.

Palabra del Dia

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