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Preciábase en el más alto grado el honor de esculpir ó pintar alguna imagen para estas procesiones, y con este motivo se celebraban justas solemnes entre los artistas más famosos del país . Más adelante demostraremos detenidamente el íntimo enlace de la poesía con la religión por medio del drama religioso.

En cuanto á ideas religiosas preciábase de ser católico, muy católico, ¡ah! la católica España, la tierra de María Santísima... un liberal puede y debe ser católico donde los retrógrados se las echan de dioses ó santos cuando menos, así como un mulato pasa por blanco en la Cafrería.

Don Josef era oriundo de Cataluña y se vanagloriaba de haber nacido en el castillo Monjuich; de haber salvado la vida a varias personas, de haber presenciado un naufragio y de haber sido casi víctima del hambre de una tigra mansa; preciábase de haber conocido a la Reina de España, doña Cristina, de haberla visto comer una olla podrida en un día de toros.

Pero la verdad es que las revistas se quedaban siempre por abrir sobre la mesa de noche, y los nombres alemanes, aunque bien pronunciados, no eran más que sonidos en su boca. Preciábase de militar a la moderna por esto y por vestir siempre de paisano. Amaba las artes, sobre todo la música: abonado constante al teatro Real y a los cuartetos del Conservatorio.

Determinéme de ir a una posada, donde hallé una moza rubia y blanca, miradora, alegre, a veces entremetida y a veces entresacada y salida; zaceaba un poco; tenía miedo a los ratones; preciábase de manos y por enseñarlas siempre despabilaba las velas, partía la comida en la mesa, en la iglesia siempre tenía puestas las manos, por las calles iba enseñando siempre cuál casa era de uno y cuál de otro, en el estrado, de contino tenía un alfiler que prender en el tocado, si se jugaba a algún juego era siempre el de pizpirigaña, por ser cosa de mostrar manos.

Hasta mañana»; y le besó la mano, pues la cara era imposible por tenerla toda untada de caramelo. Adiós, rico dijo Rafaela pellizcándole los dedos de un pie que asomaban por las claraboyas del calzado. Y salieron. Izquierdo, que aunque se tenía por caballería, preciábase de ser caballero, salió a despedirlas a la puerta de la calle, con el pequeño en brazos.