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Actualizado: 17 de junio de 2025
"Esta costumbre, a mi parecer justa y santa, puso el cetro del reino en las manos de Policarpo, varón insigne y famoso, así en las armas como en las letras, el cual tenía cuando vino a ser rey dos hijas de extremada belleza, la mayor llamada Policarpa y la menor Sinforosa; no tenían madre, que no les hizo falta cuando murió sino en la compañía: que sus virtudes y agradables costumbres eran ayas de sí mismas, dando maravilloso ejemplo a todo el reino.
Esta fuerza era el dios de don Policarpo. Por él se jactaba de estar poseído y de ser energúmeno. Para hacer milagros por su medio y en su nombre no tenía don Policarpo vara de virtudes; pero, en cambio, tenía una recia, puntiaguda y larguísima uña en el dedo meñique de la mano derecha, la cual uña le servía de ordinario como mondadientes.
En Mayo de 1854, después de haber adquirido los fondos necesarios para erigir a los dos esqueletos un sitio mas decente y que correspondiera a su justa celebridad, fueron trasladados con gran regocijo de los teruelanos al salón que se les tenía hecho en el mismo claustro de la Iglesia parroquial de S. Pedro, y se les colocó en una magnífica urna de nogal con preciosos embutidos, construida por el ebanista D. Antonio Lacarrier, natural de París y concluida por su discípulo D. Policarpo Serrano, también ebanista y vecino de Teruel.
Don Benjamín era felicitado por la manera severa y eficaz con que había enseñado la puerta de la calle a los revoltosos. Los señores Palenque, don Policarpo Amador, don Narciso Bringas y don Pancho Fernández, rodearon al doctor Trevexo y la sesión continuó como si nada hubiese sucedido.
Donde el capitán da cuenta de las grandes fiestas que acostumbraba a hacer en su reino el rey Policarpo.
Como el médico estaba viejo y averiado y tenía no poco que hacer, don Policarpo ejercía también, con sentimiento del médico, la medicina y la cirugía. El herrador le llamó al punto para que curase a su hijo. Don Policarpo le atendió muy bien y pronosticó que le curaría pronto, porque sus contusiones, si bien en extremo dolorosas, no eran de peligro ni daban que temer por su vida.
Palabra del Dia
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