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Actualizado: 9 de junio de 2025
Entregándome a la policía le hará a ella el peor de los males. Si duda de lo que digo, pregúnteselo. Tenga cuidado de cómo procede antes de ponerse en ridículo y hacerla víctima a ella.
Había ejercido profesiones tan heterogéneas como las de militar y contratista de obras públicas, inspector de policía y periodista, etc.
Si el cáncer está en todas partes, si hay que cortarlo todo, ¿en qué punto concebís la vida? ¿De qué manera concebís la vida en una carne que debe cortarse? Esto no puede ser, y no pudiendo ser en ningun país del mundo, no hay razon para que sea en Paris. No, no es la policía. Policía hay en Austria, y la criminalidad es incomparablemente mayor.
A pesar de conocer a Orense y haber estado en Santiago cuando niño, discurría y fantaseaba a su modo lo que debe ser una ciudad moderna: calles anchas, mucha regularidad en las construcciones, todo nuevo y flamante, gran policía, ¿qué menos puede ofrecer la civilización a sus esclavos?
Significan lo siguiente; y cuidado que no hablo de memoria, sino por experiencia. Si el objeto olvidado no valia la pena de que la policía premiase al cochero honrado, el cochero honrado hizo noche de aquel objeto. Si el objeto valia mucho mas que la recompensa pecuniaria ó la mencion honorífica, el objeto no pareció tampoco. ¿Pues qué objetos son los que parecen?
Perdone usted me dijo este hombre extraño, con voz cavernosa . Vengo a verle porque me han dicho que es usted un intelectual. Exageraciones, calumnias de mis enemigos, que tienen, sin duda, ganas de verme en la Cárcel Modelo le contesté . ¿Es usted de la Policía? No. De momento, no dijo el hombre con una sonrisa helada . Soy un modesto asesino, para servir a usted...
Su amor a las monedas lo dejó en el mismo estado financiero en que llegó al país: todo fue, pues, cuestión de comenzar de nuevo. Jamás pudo dar la policía con los ingeniosos autores de este cuento. Otro scrucho o cuento lindo digno del anteriores el que hubieron de hacerle a don José Robillotti, honrado italiano, que a fuerza de labor había conseguido acumular unos dos mil nacionales.
No tenía de la ciudad los monumentos, los espectáculos, la policía, la provisión de todo, la cultura, las comodidades; pero sí sus etiquetas, sus necesidades, sus estrecheces, su esclavitud, sus pestilencias.
Pero en los liberalescos años de 71 y 72 ya era otra cosa... La policía fiscal no se metía en muchos dibujos. El temerario contrabandista, no obstante, hubiera deseado tener un mal encuentro para probar al mundo entero que era hombre capaz de arruinar la Renta si se lo proponía.
Villamelón no vio otra cosa que le llegara al alma, en el registro de la policía, sino el que le hubiesen roto dos cristales de la mampara, y dio orden de que jamás se compusiesen, recordando que Wellington nunca reemplazó los de su casa, rotos por el pueblo de Londres, un día que este se olvidó de Waterloo; todo lo demás echábalo él en el montón de las bagatelas enojosas, indignas de ocupar la atención de un hombre serio, de las pequeñeces de una sociedad corrompida y etiquetera, que rotulaba con la manoseada frase de cuestiones bizantinas.
Palabra del Dia
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