United States or China ? Vote for the TOP Country of the Week !


Nada más tengo que decir, salvo que es una relación muy poco apetecible. Fue Poldo quien le puso el apodo de «el Ceco». ¿Y el monje que se llama fray Antonio? Jamás he oído hablar de esa persona; nada de él. En la punta de la lengua tuve la pregunta de si tenía un hijo y si su nombre era Herberto, recordando aquella trágica escena nocturna en el parque de la mansión de Mayvill.

¿Pero no existe ninguna prueba negativa de que el bandido reformado no le haya regalado el paquete de naipes a Blair? pregunté enérgicamente. Ninguna. Por mi parte creo que Poldo se lo debió dar a Blair y recomendarle que volviera a tierra y me buscase, porque él había sido bueno y había tenido para con él muchas pequeñas finezas durante repetidas enfermedades.

Esas letras mayúsculas, casi borradas, fueron trazadas por él a bordo del «Annie Curtis», y conservó seguro su secreto hasta su muerte. Lo que él me refirió confidencialmente, no lo manifesté jamás a nadie hasta... vamos, hasta que Burton Blair me obligó a hacerlo esa noche en que reconoció esta casa por la fotografía sacada por Poldo, y me encontró de nuevo. ¡Lo obligó! exclamó Reginaldo. ¿Cómo?

Mientras tanto, el secreto de Su Eminencia, inscripto en la cifra secreta usada por el Vaticano en el siglo XVII, pasó, según parece, de las manos de Poldo Pensi a las de Burton Blair, su compañero de mar e íntimo amigo. Hace unos cinco años, más o menos, que yo supe esto por primera vez.

Al hacerlo, se aflojó un enorme pedazo de roca y cayó al río con gran estrépito. Observé todo con mucho cuidado, pero no pude ver nada, absolutamente nada, que estuviera en conformidad con lo que el antiguo bandido Poldo Pensi había dejado registrado.