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Actualizado: 19 de julio de 2025


Pero la muestra resultó tener tal magnitud y tal peso, que la pared de la casa de Ramón, compuesta de tierra y piedras, no pudo sostenerla. Fue preciso levantar a los dos lados de la puerta dos estribos de ladrillo, para apoyarla.

10 Entonces toda la multitud habló de apedrearlos con piedras. Mas la gloria del SE

Creo que muy poco te ocupas de esas señoritas, amigo mío; lo que miras es el suelo, y con tal persistencia, que hace un momento creía que te ejercitabas en clasificar científicamente las piedras de los caminos. Te engañabas, Jaime. El tono seco de la réplica puso fin a las bromas del recién llegado.

El centelleo de la luz, tan encantador sobre las piedras lisas que cubren el lecho del arroyo, lo es más todavía en las partes donde el fondo está alfombrado con multitud de hierbas acuáticas.

En los abruptos declives no se ahondarán repentinamente profundos barrancos, y las praderas del valle no desaparecerán bajo los amontonamientos de piedras y troncos arrastrados desde las laderas.

Allá improvisaban entre las piedras, y con una palabra sola, alguna cascada y juegos pintorescos de agua, y por doquier multiplicaban los prodigios y los encantos.

Quisiera tener amigos en toda la tierra, interesar a la Naturaleza entera en mi suerte, emocionar hasta a las mismas piedras y que de los cuatro puntos del mundo se elevase al cielo una tal lamentación y una tal plegaria, que Dios se conmoviese. El es bueno, es justo; yo no le he desobedecido jamás, nunca he hecho mal a nadie.

No echó de ver siquiera la ridiculez del mausoleo, construido con piedras y cal, decorado con calaveras, huesos y otros emblemas fúnebres por la inexperta mano de algún embadurnador de aldea; no necesitó deletrear la inscripción, porque sabía de seguro que donde se había detenido la mariposa, allí descansaba Nucha, la señorita Marcelina, la santa, la víctima, la virgencita siempre cándida y celeste.

Al decir estas palabras, advirtió que parecia tieso y henchido una especie de costal muy largo que traía el ermitaño, y vió dentro la palangana de oro guarnecida de piedras preciosas, que habia hurtado. No se atrevió á decirle nada, pero estaba confuso y perplexo.

El joven corrió á la cuerda y se deslizó por ella con gran presteza; las piedras lanzadas por las hondas enemigas se estrellaban contra la roca, una le rozó los cabellos y por fin otra le alcanzó en un costado, ocasionándole vivísimo dolor.

Palabra del Dia

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