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Actualizado: 7 de junio de 2025
Miguel quedó asombrado del tacto y la habilidad que D. Facundo desplegó para noticiar a aquella mujer lo que habían hecho y para arrancarla todos los datos que necesitaba saber; de dónde era, con quién había estado casada, dónde trabajaba, etc.
Porque la gravedad misma de los sucesos, había en cierto modo anulado su sensibilidad, tal como ocurre cuando atraviesa por el organismo vivo una corriente eléctrica que por demasiado intensa los nervios no la sienten pasar. En el almuerzo, apenas comió. En seguida suplicó que la dejaran sola, declarando que no había dormido en toda la noche anterior y necesitaba descansar.
Tenía talento, estaba obligada a cultivarle; era bella y fuerte, necesitaba conservar su fuerza y su hermosura; había recibido un nombre ilustre, y, ya que no acertase a ilustrarle más, no debía mancharle. Aunque ella se considerara igual por naturaleza a los demás seres humanos, los juzgaba a todos marchando en busca de mayor bien y de superior altura más luminosa y serena.
En mis viages encontré un brama anciano, sugeto muy cuerdo, instruido y discreto, y con esto rico, cosa que le hacia mas cuerdo; porque, como no le faltaba nada, no necesitaba engañar á nadie. Gobernaban su familia tres mugeres muy hermosas, cuyo esposo era; y quando no se recreaba con sus mugeres, se ocupaba en filosofar.
Por unos meses nada más. Después de forzar durante diez años el misterio de los desiertos americanos, lanzando á través de su virginidad, tan antigua como el planeta, líneas férreas, caminos y canales, necesitaba «darse un baño de civilización». Vengo añadió para ver si los restoranes de París siguen mereciendo su antigua fama, y si los vinos de esta tierra no han decaído.
Su aparición lo había dejado aturdido: ¡qué blanca, qué pálida estaba! ¡qué cansada parecía! Y ¿qué decía esa mirada? La misma noche la había vuelto a encontrar en la Casa de Salud, donde un médico amigo trataba de persuadirlo de que, con un poco de agua tibia sobre las espaldas, se curan los males del espíritu. ¡Otro era el remedio que él necesitaba!
Era un placer igual á una música suave y antigua, á un perfume de ramo marchito. Los recuerdos de ella mordían como lobos rabiosos y la perseguirían hasta la muerte. Por eso necesitaba vivir en una inconsciencia animal, asesinando todos los días su pensamiento con el alcohol.
Para esto necesitaba el permiso de don Roque, y no le era fácil conseguirlo. El comisario tenía miedo á sus superiores. El gobierno federal había prohibido esta fiesta en los territorios de vida primitiva, por ser causa de borracheras y peleas.
Esto fué tan repetidas veces, que vino a averiguarse que le buscaban quimera para que lo perdiese. Cuando un artesano necesitaba sombrero, ya sabía dónde buscarlo.
Ruiloz necesitaba saberlo, pues una cosa era para él pretender a quien sólo fue requerida de amores consintiendo en ello, y otra cosa muy distinta sería aspirar a enseñorearse de un corazón que tenía dueño, tanto más adorado cuanto más imposible era poseerlo.
Palabra del Dia
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