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Actualizado: 4 de julio de 2025
Por otra parte, la vida de combates sin tregua contra toda clase de peligros y quizá también el aire puro y saludable que respiran los convierten en hombres atrevidos y desdeñosos de la muerte. Trabajadores pacíficos, á nadie atacan, pero saben defenderse. La montaña protectora les da medios para precaverse contra la invasión.
La vegetación salió de la piedra, y á la piedra vuelve. #Los animales de la montaña#
La rasgadura del aire, repercutida por los ecos de la montaña, se prolonga en inacabables tableteos. Todas las rocas parecen lanzar su trueno á un tiempo.
Otra montaña, otra cima ideal que sostenga una ciudad de oro y diamantes surgirá en el espacio luminoso y allí vivirán siempre los elegidos, cerniéndose en los aires alrededor de las cumbres alegres, muy por encima de esta tierra de cuidados y de desdichas. #El Olimpo y los dioses#
El inmenso parche rojizo que quedó en la montaña le da un aspecto de muerte y horror que hace temblar, porque el viajero recuerda que muchas poblaciones de Suiza viven bajo la constante amenaza de semejantes derrumbes.
El torrente trabaja sin descanso para formarse un cauce, y, rebajando los salientes y llenando de arena y arcilla los agujeros de la roca, ha conseguido determinar una parábola regular, parecida á la que describe un carro bajando desde lo alto de una montaña rusa. #La gruta#
En su inmensidad descubro, de mi amor el viejo espejo. ¡Cuántas olas luchan fuera! ¡Cuántas perlas duermen dentro! .............................. Subiendo una alta montaña vi a la Fama encantadora. Para ser grande le dije ¿qué debo hacer, bella diosa? No sigas ningún ejemplo, si quieres hallar la gloria: sé Platón o sé Alejandro, que hallaron sendas ignotas.
Sin duda sentía miedo a Teulaí, el hermano menor de su marido, un sujeto que a los veinticinco años era el terror del distrito; un amante loco de la escopeta y la valentía que, naciendo rico, había abandonado los campos para vivir unas veces en los pueblos, por la tolerancia de los alcaldes, y otras en la montaña, cuando se atrevían a acusarle los que le querían mal.
Habíamos subido por el Oeste de la montaña, que es el lado por donde las hay mayores que ella, y el panorama con que me brindaba el Cura se veía por las otras vertientes; es decir, que era cosa nueva para mí y recién aparecida ante mis ojos.
Más arriba de la ciudad, en una arruga de la montaña, ondeaba la bandera de un castillo moderno: un hotel elegante al que venían a respirar los tísicos septentrionales.
Palabra del Dia
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