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Actualizado: 24 de octubre de 2025


Fraile perjuro a sus votos imaginé que me arrojaban del santuario aquellos mismos tres ángeles poderosos que armados de azotes y montados en fantásticos corceles, arrojaron del templo de Jerusalén, para que no le profanase, al impío Heliodoro, ministro del rey de Siria. Mucho exageras tu pecado y el castigo que merece contestó Tiburcio . Te atormentas en demasía. Es muy excepcional tu situación.

Listos y provistos de todo, dimos un cariñoso adiós al Padre, y montados en los ligeros caballos del país, tomamos el camino del vecino Sungay, á la hora en que los primeros ecos de la campana del convento despertaban al pueblo de Silam, llamando á los indios á la oración de la mañana.

Poco costó al barón y sus soldados, una vez montados, dispersar á los pajes y servidores del rey que los rodeaban, y se lanzaron al galope en dirección á la colina donde esperaban refugiarse. El inesperado y furioso ataque de Guillermo Fenton con sus cuatrocientos arqueros había llevado á medio campamento una confusión espantosa y sembrado la muerte á su paso.

Y esta situación duraba días y días, hasta que llegaba la noticia a los fortines y otra tropa se señalaba en el horizonte, compuesta de jinetes con viejos uniformes, peor armados y montados que el enjambre de indios, los cuales solamente huían por hartura, deseosos de poner en salvo su botín.

Veía a las jóvenes, con trajes claros, columpiándose en las mecedoras, los negros cabellos en trenza, adornados con alguna flor de vivos colores, mientras sus galanes, montados sin etiqueta en las sillas, departían con ellas en voz baja o les daban aire con el abanico.

Un enjambre de góndolas ó barquichuelos pintados de verde, rojo, amarillo y azul, y montados por diestros bateleros, circulaba en pintoresca confusion por en medio de los grandes vapores y los bergantines, solicitando pasajeros que quisiesen ir á tierra á tomar víveres frescos, helados deliciosos y frutas de todas clases.

Una mañana montados en sendos caballos emprendieron secretamente la marcha hacia la ría de Orleo, distante cuatro leguas de Sarrió.

Eran ya pasadas las cuatro de la tarde cuando el Secretario del Santo Oficio entregó los relajados al Corregidor y a sus tenientes. Los reos fueron montados sobre escuálidos jumentos, y la trágica procesión enderezó por la Calle de las Armas, camino del quemadero. El auto continuaba, pero los familiares, según la nueva costumbre, subieron en sus caballos para presenciar el suplicio.

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