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Actualizado: 30 de abril de 2025
La mesa sobre que se jugaba era de pino, con tres pies y otro supuesto, que podía pedir limosna como ellos, un candelero de barro con una antorcha de brea, y los naipes con dos dedos de moho hacia cecina , de puro manejados de aquellos príncipes, y el barato que se sacaba se iba poniendo sobre el candelero.
En el prólogo de su poema narrativo El moro expósito, demuestra con tanta claridad como elocuencia la índole arbitraria y absurda del llamado clasicismo, que cubre como el moho á las flores de la poesía, y habiendo contribuído indudablemente, y no en parte poco considerable, con sus palabras persuasivas, á derruir ese sistema importado de otros países.
Por medio de su pañuelo doblado, la limpiaba Julián del moho, tocándola con manos delicadas. Desde niño le había enseñado su madre a reverenciar la sangre ilustre, y aquel pergamino escrito con tinta roja, miniado, dorado, le parecía cosa muy veneranda, digna de compasión por haber sido pisoteada, hollada bajo la suela de sus botas.
El infeliz ignoraba que el dinero no es monje cartujo que gusta de estar guardado y criar moho, y que es un libertino que se desvive por andar al aire libre y de mano en mano. Mendigos ha habido, en todos los tiempos, que a su muerte han dejado un caudal decente.
Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
Vivía saturada del olor del incienso y respiraba el perfume especial de moho y hierro viejo de las catedrales, sin más horizonte que las ojivas de enfrente o el campanario, que aplastaba con su mole un pedazo del cielo que se veía desde el claustro alto. El compañero Luna creyó retroceder de golpe a la niñez.
Un soplo helado, un olor peculiar de moho y podredumbre, un verdadero ambiente sepulcral se alzaba del suelo lleno de altibajos, rehenchido de difuntos amontonados unos encima de otros; y entre la verdura húmeda, surcada del surco brillante que dejan tras sí el caracol y la babosa, torcíanse las cruces de madera negra fileteadas de blanco, con rótulos curiosos, cuajados de faltas de ortografía y peregrinos disparates.
Un desagradable olor de moho, mezclado con el de la cera quemada, se me agarró a la garganta, mientras la luz de los cuatro cirios temblaba en la vasta obscuridad como al soplo de invisibles fantasmas. No sé qué fúnebre impresión se apoderó de mí... Y como, por otra parte, no tenía nada que decir a la muerta, me apresuré a marcharme.
En seres tan elementales ¿hace el gasto la Naturaleza de una generación complicada? ¿O bien nacen espontáneamente como tal ó cual moho vegetal? El vulgo dice: «como los hongos.» Cuestión árida que hace sonreir y menear la cabeza á más de un sabio. ¡Se está tan seguro de tener entre manos el misterio del mundo, de haber fijado invariablemente las leyes de la vida! A la Naturaleza toca obedecer.
Esta pieza comunicaba con los departamentos que después de la muerte de mi tío, se habían cerrado para no abrirse más, y olía de tal modo a tasto y moho que casi me asfixié. Apresureme a abrir la ventana, que era muy pequeña, no tenía postigos ni persianas y daba sobre el jardín; en seguida procedí a mis investigaciones. Mas ¿cómo descubrir a Francisco I en medio de todos aquellos volúmenes?
Palabra del Dia
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